Se va acabando "Mantra". Poco a poco. Es un libro contagioso, convierte a sus lectores en infectados fácilmente identificables. Todos acabamos escribiendo como Fresán, sin proponérnoslo, por supuesto, sin alcanzar su velocidad, su ritmo y su capacidad para crear universos, pero intentándolo. Mandé un email y Laura-Laure en seguida me dijo "¿Estás leyendo "Mantra", verdad?" Así de sencillo.
Basta con leer la carta que Ray Loriga intenta enviarle al propio Fresán en sus "Días aún más extraños", sólo que yo por entonces no sabía, claro...
Empecé algo altivo y resistente. No es un libro con un comienzo fácil. La típica medicina que te la tomas y te pasas una hora diciendo: "Pues no noto nada, pues vaya engaño". Pero, de repente, te empiezas a sentir mejor y mejor y es como si volaras y a la vez todo se redujera infinitesimalmente hasta la forma del libro y su pasar de páginas (539, en la edición de Mondadori). Hasta que de repente empiezas a ver la tierra que se acerca. El aterrizaje. Y entra algo de melancolía, de nostalgia.
Desmantelar un universo es como desmantelar una feria a última hora de la madrugada. Una cosa tristísima. Para los espectadores, me refiero.
Una cosa que me encanta de "Mantra" es que su universo sea un universo audiovisual tan parecido al mío, tan parecido al de cualquiera que haya nacido en la segunda mitad del siglo XX: tan Serge Gainsbourg y "2001, odisea en el espacio". Sus referencias al mundo tal y como lo conocimos. Los beatniks. JFK. Bob Dylan. Pocas alusiones literarias, por otro lado. Ningún libro con nombre y apellidos que yo recuerde.
A mí me gusta reconocerme en lo que leo. No lo considero una obligación de la literatura, pero me gusta. Recaredo nos decía que tuviéramos cuidado al citar obras, porque pueden pasarse de moda. Fresán cita con exceso, quizás, pero esta generación le entiende. Probablemente, la siguiente, no. ¿Cuántos han visto "El cazador"? En rigor, ¿cuántos veinteañeros saben quién era Serge Gainsbourg?
Pero él cita, yo me reconozco y sigo flotando por un aire eléctrico, tormenta al acecho, descendiendo a tierra, preguntándome qué demonios voy a hacer una vez llegue a la terminal. Recoger la maleta, ¿vale? ¿Pero qué demonios hago yo con la maleta ahora?
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 11 horas