La arrogancia de la juventud, de los cuerpos prietos y las expectativas. Es fin de semana y es verano y un grupo de chicos canarios se explican unos a otros el caso Alcasser siguiendo la premisa: "Es como lo de Julen pero más bestia". Me siento bien pero un poco descolocado. Mañana, domingo, todo irá mejor. Siempre he sido un chico de domingos y ahora puedo tambièn ser un perfecto padre de familia en fuga. He terminado la parte de la novela que vine a escribir (103 páginas al final, nueve capítulos, queda un cuarto aproximadamente) y me ha dado por ir a celebrarlo con un copazo a la terraza de los italianos.
Las vistas son las mismas que cada día pero cada día consiguen parecer distintas porque son siempre maravillosas. Mi San Junípero. Me pregunta mi madre si ya estoy triste por irme pero no, todavía no, todavía mi cabeza está en la novela y en el libro de Gianni Bugno y en parte también en qué voy a inventarme para esta penúltima entrada del viaje. He llegado al límite. Estoy como Geraint Thomas subiendo el Tourmalet, al primer ataque me voy a la lona.
Ayer no hubo fuegos artificiales pero sí música hasta altas horas de la madrugada. Yo intentaba dormir y no podía, como siempre. Yo estaba pasado de revoluciones Yo ya no soy joven ni arrogante ni memorioso y cada idea me tiene que pillar con la libreta JotDown al lado, en la mesilla, para encender brevemente la luz y apuntar lo que haga falta. "Meter anécdota de algo" en el peor de los casos. Veinte de veintiuno. No es exactamente pena pero sí vértigo. La misma sensación del primer día: ¿por qué no aquí, por qué no toda la vida? En mi novela, los chicos desaparecen porque no es oro todo lo que reluce. Vida de salón de juegos y decadencia. Una manera como otra cualquiera de convencerme de que esto pudiera no ser el paraíso sino simplemente el limbo. Con sus peligros.
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Haciendo tiempo para el sueño que no llega y acabado ya el libro de Richard Ford, decido ponerme "Isn´t it romantic?", la comedia romántica de Netflix contra las comedias románticas. Abunda en lo que decía el otro día sobre determinadas producciones españolas: la cosa más sencilla, menos pretenciosa y más llena de clichés de la ficción estadounidense tiene más gracia en una escena que muchas de nuestras comedias más "originales" en una temporada entera. Siento ser injusto porque seguro que hay excepciones; que Globomedia y Paquita Salas me perdonen.
La actuación es irreprochable y el guion funciona. Por supuesto,
es una comedia romántica, con lo que eso conlleva para quien no sea un entregado del género pero cumple su función y la cumple en menos de una hora y media. Los guapos son muy guapos y los feos son muy feos sin que haga falta que nos lo recuerden a cada momento. Liam Hemsworth, de hecho, es probablemente el hombre más despampanante sobre la tierra y en eso hasta la Chica Diploma estará de acuerdo. ¿Qué más? Pocas cosas. Una escena de karaoke rollo "La boda de mi mejor amigo" muy lograda y un cameo de Jennifer Aniston.
Mucho dinero en muy poca cosa, eso también es verdad y quizá debí haber mencionado este "detalle" antes de liarme a comparaciones. Puede que un solo plano ya cueste lo mismo que "La vergüenza" entera... y así, hacer humor, es un poco más fácil.
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Algunas reacciones a mi valoración de ayer como escritor mediocre. Javier Lorenzo me manda un mensaje de lo más amable y Jorge Díaz insiste en que soy el mejor escritor de mi generación, cosa que lleva diciendo muchos años. Es admirable que no se canse. Yo no pretendía reflejar un estado de ánimo sino una percepción objetiva: creo que mi obra literaria -no hablo de mis artículos o mis posts aquí o algún hallazgo puntual- no está a la altura de los autores que leo. Creo, de hecho, que hay un abismo entre los autores que leo y lo que a mí me sale cuando me pongo delante del ordenador con tres semanas por delante.
Eso por un lado. Por otro, es la constatación también de hechos objetivos que no tienen que ver conmigo. Si mañana mismo, Random House o Planeta vinieran a pagarme 200.000 euros por cualquiera de mis tres novelas inéditas, yo seguiría pensando que son mediocres, pero no solo ese no es el caso sino que la realidad va por otro lado, claramente:
- Todas las editoriales del mundo, las grandes y las pequeñas, rechazaron mis dos novelas. Todas menos una rechazaron mi libro de relatos y resultó que no tenía distribuidora. Las rechazaron tras leer las obras y tras no dignarse siquiera a leerlas. No puedo pensar que son todos tontos.
- Trabajé como traductor y me echaron. No es que me echaran, es que me insultaron, nigunearon mi trabajo, me llamaron estafador, no me dieron ninguna opción a defenderme, borraron mi nombre apropiándose de mi trabajo y no pagaron un duro. Quien lo hizo, recibió a cambio un importante puesto en el sector.
- Colaboré en muchas revistas y muchos medios. Con algunos acabé en el juzgado porque no pagaban, pero eso no era culpa mía. En otras, directamente, fui fulminado. A menudo, sin razón, sin un solo mensaje, sin una llamada de explicación. Sin contestar siquiera cuando tragaba orgullo y pedía otra oportunidad. Me trataron como a un perro, en definitiva.
Cuando se juntan las dos cosas: una valoración subjetiva con unos indicios objetivos llega ese juicio quizá demasiado estricto pero sincero: con talento, todo esto no habría pasado. Dice la Chica Diploma que tampoco habría pasado con un poco de don de gentes pero recurrir al "don de gentes" para excusar mis fracasos me parece aún más triste. Lo dicho: un buen jugador para el Racing y en determinadas posiciones. Poco más. No es lo que esperábamos. Cierro el debate.