La segunda entrega de "El pionero" abunda en la primera y en el debate que la propia HBO está lanzando en las redes: "Jesús Gil, ¿héroe o villano?". Es desolador. El caso es que en cada uno de los capítulos hay información suficiente como para hacerse una idea de la respuesta a esa pregunta, pero la habilidad para diluir esa información en el montaje es tremenda: lo mismo parece valer el testimonio de fiscales, abogados e investigadores que el de hijos, amigos y hermanos, empeñados lógicamente en el "era un tío cojonudo".
El documental, en ese sentido, no jerarquiza. Estamos viendo a una banda mafiosa operar y a la vez nos enseñan a los afines justificando esas operaciones o yéndose por las ramas. Todas las explicaciones se dan por buenas, vengan de quien vengan y tengan la enjundia que tengan. Como lo esencial está en los detalles, quedémonos en la agresión a Fidalgo, el gerente del Compostela. El espectador ve perfectamente el puñetazo en pantalla y ve a quién se le da ese puñetazo... pero al instante escucha a uno de los hijos de Gil decir que lo recibió Caneda, el presidente. Eso era el gilismo: yo reparto mandobles, le doy a quien se ponga en medio aunque sea un don nadie y luego vendo que soy un Don Quijote contra los poderosos.
Otra declaración sorprendente y que entiendo ayuda a dar validez al título de la serie es la del propio fiscal Castresana cuando dice que Gil "se adelantó en casi una década" a Berlusconi a la hora de aunar fútbol, política e intereses privados. Si uno mira las fechas, es cierto que Berlusconi llegó antes al Milan pero no formó su "Forza Italia" hasta dos años después de la victoria electoral de Gil en Marbella. Ahora bien, si no se había presentado antes era porque no lo necesitaba: Berlusconi fue un personaje apoyado por las mafias durante toda su carrera y aupado al poder después de la operación "Manos Blancas" para que todo siguiera como estaba. Si Silvio no fue más "pionero" que Gil es simplemente porque antes de él estuvieron otros. Andreotti, por ejemplo. Craxi, desde luego.
Puede que la distinción fútbol-política o negocios públicos-política estuviera clara en Italia antes de Gil, pero Gil no hace sino llevar a España una estructura mafiosa previa y juntarla con el tangentópoli Milán-Roma, indultos incluidos. Y si se hiciera un biopic sobre Lendoiro en A Coruña igual tampoco salía muy diferente... pero, ay, Lendoiro nunca le ganó a Paco Vázquez.
Por lo demás, el uso del archivo televisivo es excelente, aunque quizá eche de menos que alguien explique por qué todas las imágenes vienen de Telecinco, es decir, de Berlusconi. Por qué Telecinco se volcó de esa manera con Gil y hasta qué punto "el pionero" no fue más que una cobaya.
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Por las noches hay cortes de luz. No a lo loco como en Manhattan, pero inquietantes. De pronto, todo el apartamento y los alrededores se quedan en penumbra y en el fondo sería ideal que quedara todo así un buen rato: Fuerteventura en estado aún más salvaje, el desierto clamando por lo que siempre fue suyo. En mi novela tendrá que haber una escena del tipo. Yo siempre hablo de Corralejo para simplificar pero en realidad esto no es Corralejo: el término municipal se llama La Oliva y la zona es la de las Grandes Playas. Si en vez de a la izquierda girara a la derecha cuando salgo a la costa, acabaría en las Dunas. Algún día lo haré, me queda aún una semana.
Fui a tomar un café en el Savannah y acabé en el Waikiki. Cosas que pasan. Fiestas rave en el Di Saronna mientras una pareja de cincuentones bailan con sus minis en mitad de la playa. Los demás: todos jóvenes, todos guapos, todo muy Pasolini, si se piensa. Por el camino, me los cruzo con sus andares ya algo torcidos de las ocho de la tarde y no sé cómo reaccionar. Hago como si no les viera porque doy por hecho que ellos no me ven a mí. Lo que en "La Grande Bellezza" era decadencia aquí es normalidad. Sin noticias de Raffaella.
En fin, que tomo una hamburguesa mirando el atardecer. Un atardecer larguísimo el canario, porque empieza antes -la hora menos- pero a la vez termina casi igual de tarde. Incluso cuando ya estoy en el taxi de vuelta a casa porque cuatro paseos en un día me parecen muchos sigue el sol cayendo, como si se resistiera,como si estuvieran convenciéndole. Le explico al taxista dónde está mi apartamento pero parece enfadarse. Digo "parece" porque con los canarios nunca se sabe. Te vacilan mucho y son más listos que el hambre. Cuando le explico que yo soy de Madrid y que ahí cada taxi es una caja de sorpresas me empieza a hablar de política y consigue defender a Vox, a Ayuso y a Sánchez en un solo trayecto. Sospecho que Rivera no le cae muy bien.
Una vez dentro, me esperan "Sharp Objects", Joan Didion y el final del tercer capítulo de la novela. Me duele la tripa. Tiene sentido.