sábado, julio 06, 2019

The Lost Weekend VI. 70 Bin Ladens




Llueve en Alicante. Una lluvia necesaria después del día más caluroso de toda la semana, con la bruma tapando el mar desde primera hora y la nuca empeñada en sudar sin control. Aprovecho la tarde para ver el Tour de Francia y cuando acaba el Tour, me pongo “70 Bin Ladens” en Filmin. Me muero de miedo de que no sea una buena película –conozco al director, conozco a los actores…- pero es una buena película, especialmente la primera hora: está muy bien interpretada y mantiene la tensión sin problemas.

Podríamos hablar de un exceso de giros, quizá, lo que lleva a la película de ser un buen exponente de las películas de robos con rehenes de los años setenta a una vuelta de tuerca de “Sospechosos habituales” ni más ni menos, pero mejor hablar de otras cosas. Mejor hablar de la magnífica Nathalie Poza y la enigmática Emma Suárez, que creo que nos descoloca a todos desde el primer momento. Hablar también de la naturalidad pasmosa de Bárbara Goenaga –Arcadi Espada le pedía a una buena actriz que entrara por la puerta, dijera “hola” y todo el mundo se la creyera- y el aplomo de Dani Pérez Prada, al que no le sobra ni le falta un ademán.

Sobre la relativa falta de éxito comercial del filme mejor no decir nada. Ya me pasó con el debut de Koldo Serra, aquel “Bosque de sombras” que a mí me encantó y la prensa vapuleó en San Sebastián para luego toparse con un nuevo vapuleo en forma de distribuidora. “70 Bin Ladens” no es una película perfecta pero es una película distinta y bien hecha y que solo por eso habría merecido más cariño. Solo que el cariño en el cine, en el arte en general, no existe, eso ya lo sabemos. Y, a menudo, incluso a mí me lo echan en cara.

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El resto de la actividad cultural se divide entre el final de “Stranger things 3” y el final de “Sábado, domingo”. No voy a extenderme demasiado y disculpen el spoiler, pero a la serie le falta que en cualquier momento aparezca Lepidóptero y le mande a alguien un akuma para demonizarlo. Algún crítico escribió en alguna parte que era “el anuncio más largo de la historia” y creo que sé a lo que se refiere. Los niños no son niños, son adolescentes con todas las letras y a menudo parece que los guionistas se rieran de sí mismos. "¿A que no hay huevos de seguir estirando el chicle?" Lo peor, con todo, no es que hayan convertido una de las mejores series de los últimos años en una precuela de “Ladybug”. Lo peor, con diferencia, es que el final (OJO: SPOILER DE NUEVO) apunta a que habrá una cuarta temporada.

En cuanto a Ray Loriga… en fin, el esfuerzo. Incluso en las peores novelas de Ray, incluso en esos ensayos sobre literatura en las que incluía seis citas de seis autores diferentes por página, se notaba el esfuerzo por crear algo, por transmitir algo. En “Sábado, domingo” no hay esfuerzo alguno. Protagonista plano –todo lo contrario, insisto, al Elder Bastidas original- que ejerce de narrador desganado y un montón de personajes que no merecerían más de una línea en sus mejores obras. Eso sí, cariño, todo el del mundo, no sé ni por qué edición van ya. Por no funcionar, no funcionan ni los diálogos, y eso en Ray es decir mucho.

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Me escribe un lector por Twitter lamentándose de que no me haya gustado demasiado Alicante. Es un enorme malentendido: a mí, Alicante me gusta siempre, desde que vine por primera vez con la Chica Diploma en 2013, con mi padre recién fallecido y una boda por organizar. De hecho, estos días me lo he pasado de miedo, aunque la ciudad solo haya servido de testigo silencioso de lo que venía a hacer, que al final ha resultado ser bastante: principio de estructura de una novela que debe terminarse en Fuerteventura, seis posts como seis soles y una cierta organización necesaria de relatos y obras pretéritas.

Además de, quedó dicho, adelantar lecturas y visionados.

Cae la última noche y estoy satisfecho. Si además tuviera algo de talento, habría escrito un par de poemas y alguna canción, pero lo mío no es el talento, es el esfuerzo. Yo no soy Ray Loriga, en definitiva; ni siquiera, Koldo Serra. Tan satisfecho estoy que me voy a tomar otra copa –la segunda- con Dani en el mismo hotel al que llamo “casa” por error siempre que me lo encuentro. Ayer intentamos ver “Yesterday” en versión original pero fracasamos. Hubiera sido un buen colofón a un día marcado por el “All things must pass” de George Harrison. A cambio, paseamos por el puerto: los barcos de lujo desafiando a la noche.

Tan satisfecho se siente mi cuerpo que ha decidido dejar de doler durante unos días. A cambio, tiene miedo. Miedo de la segunda temporada, las otras dos semanas de este fin de semana perdido. Las del avión y el apartamento y las dunas y lo improbable. En mi proyecto de novela, los niños juegan a la ruleta, apuestan y desaparecen misteriosamente. Tal es el misterio que ni yo tengo idea de por qué lo hacen. Puede que se aburran, sin más. Puede, como dirá Clara, que vayan a morir a algún lado que solo ellos conocen. Pero, ¿por qué suicidarse en un paraíso? Tal vez la novela trate precisamente sobre eso.