jueves, julio 18, 2019

The Lost Weekend XVIII. Bohemian like you


Izquierda en vez de derecha y un nuevo bar con una piscina redonda en medio, llena de agua de un tono esmeralda. Suena una canción al piano. Al fondo, la Isla de Lobos. El camarero es un italiano que ejerce de italiano, algo realmente insólito en Corralejo y francamente molesto. Le dura lo que tarda su compañera en quitarse la ropa de trabajo y marcharse a casa. Sin público, no hay espectáculo. Ese es el principio. Un grupo de turistas ingleses formado por una o quizá dos familias llegan y se empeñan en que el chico ponga a Harry Belafonte.

Ellos también ejercen de turistas ingleses y también resultan molestos hasta que empieza a sonar el "Come mister tally man, tally me banana" y nos envuelve en su buen rollo y hay una chica tumbada en una hamaca, descalza, que mueve los brazos mientras suena la música y fuma un cigarrillo. Lleva un traje azul estampado en flores, con cierta clase, y se viene definitivamente arriba cuando suena "The house of the rising sun", acompañando cada acorde con un chasquido de dedos, como si estuviera dirigiendo una orquesta de Eurovisión.

Aparte del italiano, los ingleses, la chica y yo hay una pareja de rusos tomando una copa. Él baila al ritmo de America -"I´ve been through the desert on a horse with no name, it felt good to be out of the rain"- y ella farfulla incómoda. Es un buen sitio para leer y yo termino el libro de Bolaño. Tendría ahora 66 años y llevaría dieciséis escribiendo obras de arte. Todos somos, en cierta medida, sus huérfanos. Cuando acaba "Paint it black" ya casi es de noche y pienso en irme. El atardecer aquí es larguísimo y me parece que llevo la vida apurando este descafeinado.

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Cuando éramos jóvenes, teníamos algo parecido a un listado de canciones en medio de las cuáles uno no se podía ir bajo ningún concepto. Una de ellas era "Bohemian like you", de The Dandy Warhols. Queda raro escuchar la canción en medio de tanto "oldie goldie" pero supongo que a estas alturas "Bohemian like you" es un "oldie goldie" también.

En lo que a mí respecta, y Honky Tonk aparte, la canción es una mañana de sábado en San Sebastián, pase de las nueve de "Delirious", la película de Tom Di Cillo. Una resaca espantosa, histórica, que se convierte de nuevo en borrachera tras la entradilla frenética. Cuando era bohemio, como tú. Cuando me gustaba todo el mundo, dipsomanía de cariño. El otro día, en casa, me puse el disco famoso de Deacon Blue y no me acordaba de lo bueno que era. Era muy temprano, las ocho o las nueve de la mañana, y probablemente fuera sábado.

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Roberto Bolaño llega a Santiago de Chile en 1998, meses después de la muerte en el DF de su amigo Mario Santiago (Ulises Lima). De creer lo que él mismo ha escrito en "La muerte de Ulises", acaba de ir a visitar su casa de camino a la Feria de Guadalajara. Le han abierto tres mexicanos enormes, sin camiseta, que aseguran ser los últimos seguidores de Santiago y que se maravillan ante el hecho de que él sea ni más ni menos que Roberto Bolaño. Le invitan a beber pero él no puede beber ni agua y se limita a contar su biografía y ahí acaba el relato incompleto.

Han pasado veinticinco años del golpe de Pinochet y su huída precisamente a México. Dice que se siente raro por no sentirse raro. Que esperaba otra cosa. También le extraña que haya en el mundo más chilenos. "Desde hace más de veinte años cuando hablaban de el chileno ese a la fuerza tenía que ser yo". Tiene varios compromisos mediáticos. Acaba de recibir el Premio Rómulo Gallegos por una novela aún no publicada y que se llama "Los detectives salvajes". Mario Santiago es uno de sus protagonistas. De momento, la gente le conoce por "La literatura nazi en América" y sobre todo por "Estrella distante", su última novela.

Su éxito es relativamente reciente, lo ha conseguido a los cuarenta y dos años después de dedicarle toda una vida. Para cuando le ha llegado, su hígado ya está al límite y quien dice el hígado dice también el colon y el páncreas. Tampoco es nada nuevo, lleva muriéndose desde que era joven. Una de las entrevistas le lleva a la cadena de televisión Arco Iris, en concreto al programa "Off the record", que es un título absurdo para un programa de entrevistas. Bolaño no lo conoce, eso se ve desde el principio. Ni conoce el programa ni conoce al presentador, Fernando Villagrán. No hay, desde luego, complicidad alguna entre ellos y de hecho los malentendidos son frecuentes.

Bolaño, ya a los cuarenta y cinco, se muestra condescendiente. Los medios son escasos. Hay que ver bien el vídeo de YouTube para darse cuenta de que no es un vídeo de YouTube. En 1998, YouTube no existía, así que ha de tratarse de una televisión local. Es amable en las respuestas y duro en los juicios. Tiene mucha rabia aún dentro. Todos los años del ninguneo. Sabe (o intuye) que se está muriendo y habla ya de "Amuleto", que saldrá en pocos meses. Su vida se ha convertido en una cuenta atrás para publicar todo lo que ha ido esbozando durante años y aprovechar el tirón para dejarle alguna herencia a su mujer y a sus hijos.

Cuando habla de la nueva narrativa chilena dice que ni es narrativa ni es nueva. Cuando le hablan de poesía, arremete contra el verso libre y la prosa recortada sin más. Cuando le hablan de premios, dice que él siempre había competido en regional preferente y lo dice con un acento casi completamente castellano y que se dio cuenta de lo triste que era todo cuando vio que Antonio di Benedetto también se presentaba para poder sacar dos duros. De vez en cuando, el presentador lanza un elogio y Bolaño, cortés, se desvive en agradecimientos. Las pausas comerciales no son sino una sobreimpresión en blanco y negro que dice: "Este programa no cuenta con el apoyo del Ministerio de Educación (Ni de la División de Cultura)".

El programa también está dolido. Quién sabe qué será del hígado de Villagrán. Bolaño fuma. Pide que si hay una pelea, que si la crítica española se decide a vapulearlo por "Los detectives salvajes" que por favor no le toquen el hígado, que todos los golpes vayan al rostro ("como Robert de Niro en Toro Salvaje"). A la hora, todo ha acabado y todo empieza: un nuevo coche, una agente de prensa que le lleva a un nuevo estudio, un nuevo entrevistador que intenta sacar algo en claro de aquel semidesconocido.

A los cinco años, morirá sin ver el éxito mundial de "2666". Su última entrevista saldrá en Playboy. El mismo tono, la misma severidad. El mismo listón al que nos asomamos con pánico los mismos impostores.