domingo, julio 21, 2019

The Lost Weekend XXI. My sweet lord.


Salgo a la calle por penúltima vez (la última será mañana, a las once, cuando me recojan para ir al aeropuerto) y por un momento todo me resulta hostil, como si esta isla ya no me perteneciera, como si yo estuviera aquí de prestado y de prestado, deprisa, deprisa, pudiera mirar por última vez los hoteles, las piscinas, la marea altísima, más alta que nunca, como si me estuviera gritando "insert coin" con cada ola que rompe en la orilla.

Afortunadamente, la sensación se pasa rápido. En cuanto llego a mi bar con piscina, el bar que ha sustituido al "Waikiki" en mi pequeño corazón de turista. El que me recibe con "Hey Jude" a todo trapo y deja la canción hasta el final, minutos y minutos de "na... nanananananá" mientras Paul McCartney se desgañita por encima. He pasado 35 años de mi vida negándome a la evidencia de que esa canción es un temazo. Con "Let it be" sí que no trago.

El camarero sabe lo que tomo y me lo sirve directamente. Es canario y vacilón. De hecho, me llama "el señor Jameson con Coca-Cola" y cuando se lo comenta al camarero italiano de las otras veces siento la tentación de corregirles: il dottore Jameson con Coca-Cola, prego! El buen rollo es tremendo, a la altura de la música. Suena "Here comes the sun" y luego todos silbamos al ritmo de "Walk of life". Para culminar diez minutos mágicos, nos ponen "My sweet lord" y uno se pregunta cómo es posible juntar la música de "She´s so fine" con un montón de cantos budistas y que te salga esa puta maravilla. El abismo entre el todo y las partes.

La siguiente es "Pumped-up kicks", de Foster The People. Casi nadie se la sabe. Incomprensiblemente, además, bajan el volumen.

Yo sé que San Junípero es el limbo. He estado pensando mucho en el tema estos días y en rigor no puede ser otra cosa: un lugar de paso cortesía de la sanidad privada. San Junípero es el limbo, sí, pero yo no he conocido aún ningún lugar mejo, aí que para mí seguirá siendo siempre el paraíso. Hasta que muera.

*

Durante el camino de la costa hacia el pueblo, el viento trae canciones del otro lado de la bahía. De vez en cuando, también, trae la voz de una niña y eso es más inquietante. La voz de una niña que canta con un megáfono o más bien con un micrófono de esos de karaoke casero. Un sonido a la vez infantil y metálico que retumba en cada piedra y parece esconderse en cada seto hasta el punto de que me paro varias veces y miro cuidadosamente por si hay alguien ahí, pero no, no hay nadie, solo submarinistas y pescadores. Última hora de la tarde.

En el "Waikiki" (el rey ha muerto pero sigue siendo el rey) me ponen una nueva versión de "Layla". Esta vez cantada por una chica en un tono muy alto, popero, pero con base de hip-hop detrás. Incalificable. El chileno ha vuelto a su bar y cuando me ve, me pregunta "¿qué tal todo, mucho trabajo?" y al decirle yo que me voy mañana, se sorprende: "Pensé que vivías aquí, como vienes tanto...". Dos semanas en esta isla es un mundo, por supuesto, casi nadie se atreve a tanto. Dos semanas y te dan la nacionalidad, así de sencillo.

Le mando un mensaje a la Chica Diploma con lo que siento en este momento: "no pinto nada en Madrid, veníos vosotros". Sé que no le va a hacer gracia pero es la verdad. Aquí podríamos ser todos felices; a veces, tengo la sensación de que en Madrid no es feliz nadie. En la playa están haciendo una sardinada y cantando canciones tradicionales. Dos chicas francesas se lanzan a la arena desde lo alto, unos tres metros. Las miro hipnotizado y me pregunto cómo es posible que ninguno les estemos diciendo nada, como si formaran parte de mi novela o algo así.

Luego sus voces se oirán con eco por las piedras y nos preguntaremos por qué.

La casa está ya prácticamente como me la dejaron. Es el momento más triste del día: el de barrer, fregar, recoger, hacer la maleta. No digo el más pesado, digo el más triste. Esta mañana vi el tercer capítulo de  "El pionero" por si había algo que contar aquí pero no daba para una entrada. Más de lo mismo: no hay jerarquía. El otro día me dijeron en Twitter que no era verdad que blanquearan a Gil en el documental. Lo que no es verdad es que mientan acerca de Gil, pero eso yo no lo he dicho nunca.