jueves, julio 04, 2019

The Lost Weekend IV. Stranger things 3



La noche en Alicante es una mezcla de ciudad turística y barrio de Arganzuela. Es esquivar casas de apuestas para acabar frente al Casino. Un señor lleva todo el día sentado en la acera, justo rozando un paso de cebra, pidiendo dinero y comida. Todo el día. Estaba en el desayuno y está en la cena. Tiene los pies sucios y la boca deforme y habla en un idioma extraño, un idioma que en rigor ha de ser propio.

Esta tarde, en ese mismo paso de cebra, otro hombre se ha jugado la vida corriendo entre los coches como un zombi. Suicidas en Alicante, la nueva serie de Netflix. Por la Explanada, un chico vestido de traje pero sin zapatos se para de vez en cuando para ver los puestos del mercadillo de artesanos. Hay algo en esa sucesión de ludopatía, pobreza y casas de empeño que parece encajar, pero no quiero ser moralista, no he venido aquí a ser moralista.

He venido a tomar medio pollo seco con patatas quemadas y a beber una copa de whisky con coca-cola. “Puede ser la última vez que me veas con vida”, le digo a Dani muy serio. “Probable hemorragia intestinal esta noche y adiós, Guille”. Pero no, claro. Si no, ¿quién estaría escribiendo esto? La noche es tranquila, con su repaso de emails correspondiente y sus relatos perdidos. No he vuelto a intentar escribir un solo verso y la idea en sí ya me da pánico. No he vuelto a intentar escribir nada, de hecho, solo estos párrafos incoherentes. Nada que contar, me temo.

A las diez menos cuarto, la Chica Diploma me escribe un mensaje preguntando si ya estoy en marcha. ¿En marcha? Despierto desde las siete y media, levantado, desayunado, con el periódico leído y la necrológica de Arturo Fernández subida al blog… Que no sepa qué estoy intentando no quiere decir que vaya a dejar de intentarlo. A veces soy como un burro con orejeras. O un dromedario. Mejor un dromedario, sí, para ir entrando en el mood canario.

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La habitación huele mal. A cerrado y a piscina, una mezcla extraña. No es algo escandaloso, pero se nota cuando entras desde fuera. En el cuarto de al lado una pareja de ancianos discute por un portazo, en algún lugar de la planta hay un grupo de italianos vacilando a una chica de la limpieza. De momento, nadie se anima al balconing. En los primeros veinte minutos de "Stranger Things 3" encuentro referencias a "Cuatro bodas y un funeral", "La huella", "Beautiful girls" y el anuncio de Coca Cola Light del obrero macizo. 

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Arturo Fernández no inventó el "joder" pero desde luego lo blanqueó y lo hizo popular hasta el extremo de que dos décadas más tarde pocos actores, actrices y guionistas se resistían a utilizarlo para darle más "naturalidad" a su texto. Un hombre de 89 años descubriendo los tacos a chavales de 25. Era, por lo demás, un hombre imponente, hasta el punto de que uno lo diría inmortal. Cualquier otro, a su edad, quedaría ridículo haciendo de seductor en el Teatro Arlequín cada dos por tres meses. Arturo Fernández, no. Una vez nos lo encontramos por un Corte Inglés, ya bien pasados los ochenta, y tuvimos que pellizcarnos: alto, robusto, elegante, con un traje a medida... Fernández parecía que flotaba por el vestíbulo como el "dandy" que siempre quiso ser.

Lo que quedará de él, al menos estos días, es su papel de Arturo en "La casa de los líos". Está bien, porque, decíamos, ahí se hizo el "joder" universal; un "joder" acompañado inmediatamente por el inevitable e incluso molesto "chatín". ¡Cuántas veces he visto a Resines y he escuchado a Fernández! Sin embargo, su carrera estaba ahí desde muchos años atrás y no es, se diga lo que se diga, una carrera mediocre. Tuvo su época "La tonta del bote" porque TODOS tuvieron su época "La tonta del bote" pero también tuvo "Truhanes" y al fin y al cabo, para acabar en una serie con Lola Herrera y Florinda Chico algo has tenido que hacer bien en la vida.

Igual que Saza en sus últimos años, se prodigó poco por televisión. Solo para promocionar sus obras de teatro, que se sucedían como churros. No dio ni una muestra de fragilidad hasta que la fragilidad se lo llevó por delante en pocos meses, como suele suceder en estos casos. Probablemente tuvo más de "actor pop" que de "actor de método", pero igual nos vale. Uno no junta a tres generaciones delante del televisor y luego pasa desapercibido cuando muere. De ninguna manera.