Planta decimoquinta del Málaga Palacio. Borja Crespo se tumba al sol mientras Jordi Vilches se pega un chapuzón con un marcapaquetes inverosímil. César, Tali y yo esperamos a que Borja Cobeaga acabe con los de TV3. Lara nos pide disculpas, como si fuera culpa suya. Todos sabemos que no. Al fondo se ve el mar, y justo en el puerto, un barco que parece un galeote.
Recuerdos de hace una semana, día arriba, día abajo. Más calor, quizá.
Quince plantas más abajo hay un bullicio insoportable que de vez en cuando se materializa en gritos histéricos. Es el último fin de semana del Festival y hay aún más gente que en el primero: todo el mundo está aquí, para recibir premios, para darlos, para desfilar. La entrada al hotel está sitiada por adolescentes que golpean taxis para ver quién hay dentro y chillan, chillan, chillan.
Gorka Otxoa, Lara, Tali y yo nos asomamos al balcón de vértigo infinito. No alcanzamos a ver quién ha entrado. Podría ser cualquiera. Aquí, la gente chilla y luego pregunta. A veces, es francamente incómodo. Me siento porque ando un poco mareado -cansado es la palabra- y hablo con Alberto, también de Malva, sobre "Los Cronocrímenes". Eva Hache, Julián López y Ernesto Sevilla charlan en una mesa, de vez en cuando les llaman para hacer televisión.
Sabrina repite las mismas cosas una y otra vez. Es su trabajo.
Después de una hora de espera -he dejado a los de Freek pasar antes, ellos tienen más prisa- me planto con Borja en la mesa y la verdad es que es completamente encantador, diría que incluso más que la otra vez que charlamos, hace ya dos años, en Atocha. Está muy contento y se le nota. Yo lo que noto es la prisa. Odio estas sesiones tan cortas, tan presionadas, la cola de gente esperando a que acabes, de manera que casi tienes que cortar al entrevistado para acabar con tus preguntas. Con lo que a mí me gusta la charleta y la contrapregunta.
Las mejores preguntas siempre se me ocurren en el camino.
Creo que Borja lo nota. Que se siente algo decepcionado. Yo, desde luego, me siento algo decepcionado por cómo han ido las cosas, pero a cambio me llevo la promesa de una camiseta y una invitación para la fiesta de la noche. Cuando salgo del hotel nadie grita. Paseo hasta los Albéniz para ver la gala de entrega de los premios ZonaZine. Vuelve la locura. Las masas corriendo de un lado a otro, sólo a ver. La chica que se sienta a mi lado en la sala me dice: "¿Hay alguien realmente famoso?" y yo no le pregunto qué quiere decir exactamente para no parecer un elitista, pero lo pienso y me limito a contestar -siempre sonriente-: "Mira, ahí está Belén Rueda".
Todo el mundo está muy guapo y muy elegante y yo llevo unos vaqueros y un jersey a rayas que me regaló Álida. Echo de menos a Álida. A Álida y a la Chica Portada y a Fer Heads y a mi hermano y a Guille y a Pablo y a Jaime y a Arantxa y a Hache... Echo de menos que no estén aquí porque yo me siento un poco indefenso entre tanta belleza y tanto vestido. Paso demasiado tiempo fuera de casa y eso se nota en la melancolía, claro.
Salgo por una puerta lateral, nada me desagradaría más que quitarle un ápice de gloria a David Bustamante -espantosa americana violeta-, cruzo dos palabras con Marián Álvarez y me preparo con un bocadillo para irme a otra fiesta. La antes mencionada. Mañana creo que va a ser un gran día. Es el último así que ya puede espabilarse...