lunes, octubre 27, 2008

Festival Acróbatas: V.Un momento mágico


En el camerino hay una tortilla deliciosa, con la patata quemadita dentro, crujiente, así que no puedo evitar coger un trozo y luego otro y luego otro... y Dani me mira con cara de "tío, córtate", pero yo sigo con mis viajes de ida y vuelta y me parece que estoy de mal humor, en general, y confundo a Héctor con Álvaro -confundo los nombres, no las personas- y saludo de manera algo esquiva en general, mitad "no quiero molestar", mitad "no me molestéis", y decidimos sentarnos al fondo del auditorio, aunque hay asientos de sobra libres delante.

El espectáculo está montado de distinta manera: el sábado cada uno iba por su cuenta. Salía Chaouen, entraba Paco, salía Paco, entraba Lara, salía Lara, nadie encontraba a Chaouen así que volvía Lara y luego Paco y luego ya Chaouen y... Hoy no. Hoy, los cuatro, Pancho, Quique, Luis y Sonia están continuamente sobre el escenario. Pancho hace un poco de maestro de ceremonias, porque está acostumbrado y se le da muy bien, y las intervenciones se van sucediendo de una manera armónica, sencilla, cálida...

Quique canta las canciones de Pancho, Pancho las de Quique. Los dos disfrutan. Luis García Montero parece que va a abrumar pero no abruma porque Sonia se revuelve y está a su altura y a Luis se le ve en la cara: "Está a mi altura", piensa, y eso es una bendición para cualquiera, porque se puede relajar, ceder testigo, acomodarse en el sofá mientras Sonia sigue creciendo y él sonríe y da paso a Quique igual que Sonia -"diez, nueve, ocho..."- da paso a que Pancho cante el principio de "Space Oddity" y la gente aplaude e incluso se pone de pie cuando el espectáculo acaba la primera de las tres veces que acaba y el mal humor se me pasa -esto no es una licencia poética: el mal humor se me pasa- y de repente siento ganas de llorar cuando escucho "Peces de ciudad" y me dan ganas de abrazarles a todos, cosa que hago, para sorpresa de Quique González, que, lógicamente, sigue sin saber quién soy: abrazo a Sonia, abrazo a Luis, abrazo a Pancho, abrazo a Quique... porque han sido dos horas de la hostia, de una calidad inmensa, de un ambiente mágico, y no tengo palabras para definir aquello: los escalofríos, la piel de gallina...

Yo no entiendo que el auditorio no estuviera lleno, rebosante, con gente quedándose fuera, incluso montando gresca y aporreando puertas. Rubén y Vanessa han ofrecido un regalo inmenso y los que lo hemos aceptado sólo podemos agradecérselo, pero da esa sensación de que ellos merecen más. Montar este festival, apostar por esta gente, cuidar cada detalle al extremo. Todas las facilidades, todo el entusiasmo... No sé, es complicado encontrar algo así en el mundo de la música, lo digo en serio. Es complicado encontrar un entusiasmo tan desinteresado en la calidad de la música (y la literatura, claro) como la de estos chicos.

Así que, bueno, nos vamos a cenar algo con Lara, Aroa y Bea -Lara, al final, repitió, la hicieron volver a leer, Lara es otro regalo de los dioses y todo el mundo lo acepta así, de la manera más natural, a nosotros nos basta con verla destrozar las pizzas- y hablamos de Rob Lowe y Kirk Cameron y personajes del Príncipe de Bel Air y decidimos irnos al hotel "a tomarnos la última".