lunes, octubre 13, 2008

"Interiores", con Irene Serrano


El teatro Lagrada tiene ese punto alternativo, tan de Embajadores o Lavapiés, justo enfrente de La Cuarta Pared, donde la gente se apila para entrar... Tiene un libro de visitas o algo así para que la gente firme, tiene una sala pequeña y justo al lado el camerino y los cuartos de baño. Espacio optimizado. Tiene un montón de fotos expuestas, que a mí me gustan pero a Álida le parecen "obvias" y quizás algún día me vuelva a pasar y compre aquella del tipo que mira desde un banco en blanco y negro -el encanto del blanco y negro en los tiempos de la HD- aunque sólo sea para tapar las manchas de humedad de mi dormitorio.

"Interiores", una obra de Juana Escabias, de la que sólo sé que aparece Irene Serrano. Yo tengo pensado ganarme la vida de mayor escribiendo sobre lo que hacen mis amigos, así que es bueno que vaya empezando ahora que soy aún una joven promesa. La obra narra los problemas entre padres e hijos y utiliza fórmulas bastante inteligentes para hacerlo, pero abruma al espectador con una prisa innecesaria.

La primera parte, la relación entre una madre abandonada por su marido y su hija de 11 años -"somos novias"- que acaba abandonando a su vez a la madre veinte años después y se dedica a chatear e incomunicarse con su hija adolescente, tiene un tono en ocasiones demasiado dramático y sólo el personaje de Lara Rija presenta una verdadera continuidad. Las dos Carlas -abuela y nieta- quedan un poco como rebanadas de un sandwich: el sabor sólo se intuye.

Ahora bien, las actuaciones de Irene y de Lara son magníficas, y eso es lo que permite que esa parte tenga sentido. Ambas están creíbles como madres y como hijas y el intercambio de roles resulta totalmente creíble.

Teniendo en cuenta que, básicamente, es una obra sobre el intercambio de roles, eso es un éxito.

La segunda parte habla de la relación de un padre con su hijo -supuestamente casado a su vez con la nieta Carla de la primera historia, aunque en realidad eso debería dar igual y de hecho apenas se incide en ello- y tiene un punto más humorístico. Como un gag de 30 minutos. Es algo raro: los actores están espectaculares y hay partes realmente prodigiosas, pero luego la historia se lía y, sorprendentemente, no acaba, como si la autora no quisiera contar nada más o tuviera demasiado prisa en contar ya lo que necesitaba sacar de dentro (a mí me pasa a menudo), de manera que, una vez expuesto lo que quería exponer, no se preocupa en redondear.

Una exageración incluso para un amante de los finales abiertos.

En definitiva, unas cuantas intuiciones soberbias, más aún tratándose del tema paterno-filial, que está muy trillado (la madre chatea por Internet, la hija habla por el móvil, la abuela sueña con un funcionario, el hijo vive obsesionado con romper reglas que nadie le ha puesto, enfrentándose, por convención, con las convenciones...) y una actuación propia de profesionales, porque eso que se llama "teatro amateur" no existe. Hay profesionales más o menos en paro, eso es todo. La pena: el tono apresurado, como de querer contar demasiadas cosas en poco tiempo y no poder desarrollar ninguna. Te lo cuento y ya está.

Una exageración incluso para un minimalista.

Pero lo que cuentan está bien y merece la pena, y salir de una obra con ganas de más siempre será mejor que mirar el reloj a los cuarenta minutos, ¿no? Este jueves, viernes, sábado y domingo tienen la oportunidad de comprobarlo.