Y ahora que estás lejos, sé que soy algo más viejo...
Subo por la Calle Montera a las 23,30 de la noche de un martes. Falso, subo por la calle del Carmen y luego me meto hacia Montera pasando delante del Elástico y empiezo a tararear "Roxanne" de manera no muy evidente, y las putas me dicen "amor mío" y los policías siguen parados y a veces da la sensación de que llueve porque nadie sale de los portales, como si no quisieran mojarse, como si me hicieran un pasillo, y hay chicas muy feas y otras chicas realmente hermosas, con ese aire triste de posible documental televisivo, de promesa del este. Cerca del McDonald´s dos tipos se reparten el dinero de algo. Montera es una calle para andar despacio, para dejarse tentar, para ver a los viejecillos en un sitio al que llaman Casino y no es más que el clásico Salón de Juegos con máquinas tragaperras, la copa apoyada en un soporte y el montón de monedas en la mano. Si las cosas van bien -las cosas, algún día, tendrán que ir bien- cuando salgan encontrarán compañía. Si las cosas van mal, volverán solos a casa.
Quizás por eso las putas rodean el salón de juego y la policía vigila a las putas y es todo una especie de escondite inglés en el que la gente avanza pero sin que se les pueda ver avanzar, milímetro a milímetro y una pareja delante de mí se acerca a una de las chicas y le dicen "¿qué tal?" y pienso que estaría bien quedarse ahí y escuchar todo lo que se dicen, el proceso de negociación, la compra, el paseo (o el taxi) hasta la casa de la pareja (¿o será al revés, la pareja se meterá en alguna de las muchas cochambrosas pensiones de la calle Montera o de la Gran Vía?, quizás el encanto sea precisamente ese), pero tengo que seguir adelante, cantando cada vez más alto, hasta que llego al estribillo y no sé con qué parte quedarme: si con el "Roxaaaaane" o el "Put on the red light", la voz principal o el coro de fondo, así que canto los dos a la vez, uno detrás de otro, a toda velocidad, mientras empiezo a pensar en otra canción, cualquier otra canción, "Hearts and Bones", por ejemplo.
¿Les he hablado de "Hearts and bones" alguna vez? Debería haberlo hecho. Es la historia de una pareja que no se quiere. Para los demás, las historias de parejas que se quieren no son interesantes. Uno espera querer y que le quieran y cuanto más mejor, un trauma infantil, que dice Beigbeder, pero si no le quieren a uno, por lo menos que no les quieran a los demás. "Hearts and bones" es la historia de un matrimonio que se va apagando poco a poco. Un matrimonio joven. Se supone que joven. Un matrimonio que decide pasar la luna de miel en Nuevo México y fantasean con conducir toda la noche y acabar en México (bueno, ella fantasea, él no muestra el menor interés).
Y pienso que ese soy yo: un corazón con huesos y entonces empiezo a tararear lo de She said why don´t you love me for who I am, where I am?... Because that´s not the way the world does baby, this is how I love you baby, this is how I love you baby, que es completamente verdad, porque supongo que sería maravilloso no ya que te quisieran como eres -¿cómo voy a pedir a nadie que me quiera como soy si no sé quién soy, no sé quién fui, a veces pienso...?- sino poder querer a los demás como son y dejar de crear fantasmas.
Pero no, las cosas no son así. La gente no quiere así. Es todo un proceso muy kantiano en el que hay intuiciones, sí, pero sobre todo hay categorías, y paso por delante del Desigual, un poquito antes de llegar al Mercado, clausura programada para enero, y sigo pensando en la canción, intentando recordar la letra, que dice algo un poco ñoño -es Paul Simon, ¿qué querían?- sobre "the arc of a love affair" o algo así y creo que la pareja se separa pero como que intentan volver, pero no pueden, o quizás estoy yo proyectando mi pasado sobre la canción, un conflicto de memorias, y todo acaba con esa frase: You take two bodies and you twirl them into one. Their hearts and their bones. And they won´t come undone, una frase que no entiendo, porque lo normal es que cuando unes dos cuerpos en uno, tarde o temprano se separen, se desaten, pero igual me parece bonita e igual me gusta y están cerrando el Patatín Company donde hace 14 años celebré el cumpleaños de alguien -o quizás fueran cinco y ese alguien fueras tú-, y la calle está llena de gente e incluso reparten pases y descuentos para entrar en los sitios.
Hace un poco de frío. Solo un poco. Hasta hace un rato, tenía un derrame en el ojo derecho. Me pasa a menudo, pero siempre me asusto. Todo el valor se fue con las cornadas que me dieron. Dejo de tararear y busco las llaves, como si llegar a casa exigiera cierta seriedad. Uno no paga 670 euros al mes para andarse con frivolidades. Es mi casa y pido respeto. Me pido respeto. Siguen las obras de restauración del Museo de Historia. Esta mañana he cruzado el parque y me he recordado meando en las paredes.
Subo tres pisos y miro mi planta algo marchita. Mis nuevas amantes ni se acercan a lo que me dabas. Vuelvo a las preocupaciones de antes: números. Puntos, rebotes y asistencias. Preparo un poco la clase de mañana. Estoy intentando evangelizar Parla con ritmos brit pop. Es una de las pocas cosas que me quedan por hacer.
Un día le conté a alguien mi último año y me dijo "has vivido tres vidas en un mes" y yo contesté "creo que estoy harto de mí" y a ese alguien le pareció fantástico, supongo que porque sabía que no era verdad. De lo contrario, se hubiera preocupado.
De lo contrario, yo no lo habría dicho.
Busco en Google, por buscar, y lo primero que aparece es Miróbriga y pienso que lo mejor es irse a la cama con un pañuelo en la garganta.
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