Hablan maravillas de John Updike, escritor de la saga Rabbit desde 1960, y ganador de varios premios de todo tipo. Uno de los grandes de su generación, con éxito tardío. Sin embargo, "Terrorista" no es una maravilla. Empezando por su título, que lo dice todo de la trama del libro cuando no tendría por qué ser tan obvio. ¿Una estrategia de marketing? Puede ser, pero afecta al lector, claro. Uno está leyendo la historia da Ahmad Ashmawy Mulloy, ese curioso fruto de la relación entre un egipcio musulmán y una irlandés católica y sólo puede esperar al momento en el que se decida a inmolarse.
Porque sabes, desde la portada, que se va a inmolar. O que va a intentarlo.
El retrato del Nueva Jersey interracial, la decadencia de las calles, los colegios y las parejas está conseguida. La mirada de Ahmad sobre la impureza americana y occidental, basada en el olvido de Dios o la idolatría del Dios falso refleja perfectamente el odio que los fanáticos islámicos sienten hacia las sociedades abiertas... pero no resulta creíble. En general, Ahmad no resulta creíble en ningún momento. Ni sus diálogos ni sus acciones. Todo parece cogido con pinzas hasta llegar a un final lleno de tensión pero muy mal resuelto, de best-seller barato.
Por supuesto, la estructura es impecable, propia de un gran novelista, pero hay algo de impostado en todo lo que pasa y en su manera de enfrentar el problema del terrorismo. Pude leer hace muy poco "Falling man" de Don de Lillo y su manera de entrar en la psicología de los asesinos era mucho más brillante y natural, precisamente por ser menos detallada. Updike muestra un cierto dominio del Islam, del Corán y de sus motivos, pero parecen más fuegos de artificio que otra cosa.
Su manía de dejar frases enteras en árabe, por ejemplo, para que veamos que sabe de lo que está hablando.
Pues bien, la mayoría de las veces no parece que lo sepa. Ahmad está completamente perdido en el mundo y completamente abandonado por su autor. Una cosa es que se pretenda que todo adolescente en el fondo es inconstante y otra es mostrar tanta variedad de caracteres contradictorios en un solo personaje, de manera que, repito, acaba resultando totalmente inverosímil.
Eso sí, la historia engancha porque es un tema de actualidad, porque es un buen novelista, porque sabe dónde están los nudos de interés, e incluye reflexiones interesantes sobre lo que supone la visión laica y religiosa de la sociedad en estos momentos. El intercambio dispar de posiciones se presenta con una distancia muy recomendable, que hace que en ningún momento parezca que es el autor el que está hablando.
Lo dicho, no es una maravilla, pero no es un mal libro. Parece una obra poco lograda, simplemente. Supongo que es el riesgo que se corre cuando se empieza con un autor por el final.
El Estado es un sensor
-
*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 11 horas