Elijo este título, aunque sea un poco cruel, sólo para hacerle la competencia a
Hache, que, efectivamente, es un poco burra y mala persona. Es un poco cruel, porque el concierto de Nacho Vegas y Christina Rosenvinge no fue sólo una demostración del efecto de los estupefacientes sobre las personas, fue además un gran concierto, tremendamente divertido, y con una gran conexión con el público y, qué quieren que les diga, yo les prefiero así a como estaban en la Heineken, con esa distancia tremenda entre ellos y el público, como si una de las dos partes no estuviera ahí.
Además, hay veces que los músicos parece que van puestos y no lo van, aunque el bajista, al menos, se sacó una botella de JB al escenario sin más y empezó a bailar con Nacho Vegas. Sí, Nacho Vegas bailaba, el batería no se acordaba de las canciones, el micro se acoplaba, el altavoz no funcionaba, Christina Rosenvinge tenía la risa tonta, el estribillo de "Blanca" sonaba entre admiraciones... Estaban como querían, daba gusto.
Ahora bien, el talento que tienen. Un enorme talento. Y, ya digo, un gran concierto y muy divertido. Quizás el repertorio podría haber sido mejor, porque los dos se dejaron algunas canciones en el tintero, pero lo cierto es que supuso una especie de punto medio entre
esto y
esto, porque "Verano fatal" es un temazo, "Me he perdido" va camino de ser un clásico, "Tok, tok" es una canción brutal y la versión de "El hombre que casi conoció a Michi Panero" va mejorando, sí, señor. Aparte de ese "No lloro por ti", rencoroso, como me gusta.
Que sí, que podrían haber tocado "Nuevos planes..." o "Miss Carrusel", "Ocho y medio", "A liar to love" o la maravillosa "Cinturón negro", pero es lo que hay. Lo que hubo, vamos. Suficiente, para mí.