En clase preferente de un Alvia camino a San Sebastián. Muchas diferencias con respecto al año pasado: un tren moderno, que va a toda leche y promete tardar solo cinco horas y cuarto -aunque ha arrancado con media hora de retraso-, hemos pasado ya Valladolid y supongo que vamos hacia Medina del Campo, salvo que este tren no pase por Medina del Campo y acorte de esa manera, lo cual, con todos mis respetos y mi cariño hacia la ciudad, sería de agradecer.
San Sebastián 2009. Cuarto año consecutivo y séptimo en los últimos ocho años. Esta mañana fui a comprar un libro de Martin Amis a la entrañable "Tres Rosas Amarillas" de José Luis y resultó que él había vivido ocho años allí y nos vimos envueltos en una apasionada conversación sobre Gros, el Antiguo, Amara y lo que jode salir del Bataplán a las cinco de la mañana, más bien borracho, y vivir en una ciudad sin taxis. Afuera, llovía. Yo me puse un jersey de cuello alto y una cazadora vaquera, por si acaso.
Será un viaje corto. No digo el del Alvia, digo el mío. El domingo estaré escribiendo algo parecido en un tren parecido, con suerte con dos asientos para mí solo. Habré visto nueve películas si los planes salen bien. Teniendo en cuenta la agenda deportiva es posible que las pelis sean menos y los partidos de fútbol y baloncesto sean más.
Una cosa es no hacer caso a tu médico y otra cosa es no hacerle ni puto caso, y aquí, entre otras cosas, hemos venido a descansar y escuchar a Kings of Convenience, que es algo así como Simon y Garfunkel pero en siglo XXI.
Espero muchas caras conocidas, alguna nada más llegar, como mi querida Lara. Espero una nueva acreditación y una bolsa con libros pesados y periódicos de usar y tirar. Espero mi habitación con dos camas en la pensión Añorga y espero echarte muchísimo de menos, claro. Espero llegar a tiempo para dejar las cosas y ver el final del partido de España contra Francia o, si la cosa se da mal, espero guardar batería para ver algún trozo aquí, en el tren.
Para eso, antes, tengo que dejar este post y probablemente quitarme la idea de acabar el capítulo 23 de la novela. Y es una pena porque lo tenía entre ceja y ceja pero el indicador me dice que quedan 63 minutos y es mejor gastarlos con cierta eficacia.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
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Hace 11 horas