Después de 30 años sin albergar ninguna competición internacional relevante a nivel de selecciones, Inglaterra fue designada para organizar la Eurocopa de 1996. El precedente era inmejorable: en 1966, con un equipo sobrio y sin grandes estrellas aparte de Bobby Charlton, los ingleses se habían proclamado campeones del mundo en Wembley ante Alemania, en aquel polémico partido con gol fantasma que se dio como válido para los locales en la prórroga y que encarriló el triunfo final (4-2) y el único título de Inglaterra como selección hasta la fecha.
Inglaterra había rozado el larguero en los 80 y 90 con Bobby Robson en el banquillo: en 1986 sólo las genialidades de Maradona les apartaron de las semifinales de México y en 1990, liderados por John Barnes, Peter Beardsley, el intermitente Glenn Hodson y el eficaz Gary Lineker, más unos cuantos leñadores en la parte de atrás tipo Butcher o un jovencito Tony Adams, se quedaron a una tanda de penaltis de llegar a la final ante Argentina, de nuevo. ¿El rival en esa semifinal? Alemania, todo queda en casa.
La expectación en 1996 era enorme. Inglaterra había cerrado generación al no clasificarse para el Mundial de 1994 y la alineación estaba llena de jóvenes valores dispuestos a comerse el mundo salidos de las canteras del Liverpool y el Manchester United, principalmente, intentando dejar atrás la típica apuesta estilo Arsenal de patadón para arriba, bajarla con la cabeza y ahí ya vemos. Aquel equipo tenía a Robbie Fowler y Steve McManaman en su mejor momento. Tenía a Paul Gascoigne ya en el ocaso de su carrera, y al mejor delantero inglés de los 90, Alan Shearer. Junto a ellos, ilustres veteranos como Platt, Ince, Southgate, el propio Adams y el explosivo delantero del Newcastle, Les Ferdinand.
Esto era antes de la invasión continental, por supuesto. En el momento en el que ser estrella de la Liga inglesa -ya Premier League- para los ingleses significaba ser estrella mundial.
Ahora, por fin, las cosas se ponían serias. Ahora, Inglaterra recuperaría su orgullo y su tradición. El fútbol volvía a casa. Antes de empezar la competición se organizó un concurso para seleccionar la canción oficial del campeonato. La canción oficial de un campeonato dice mucho de ese campeonato o del país que lo organiza. Aquí, en Barcelona, elegimos una mezcla de Pep Carreras con Sarah Brightman y después incluimos a Los Manolos en el circo.
Allí, eligieron pop, claro. Brit pop. Era el apogeo, recuerden: Blur, Oasis, Elastica, The Bluetones, Ash, Echobelly, Suede... Casi todos mandaron su propuesta, pero los elegidos fueron los sorprendentes Lightning Seeds, el grupo de Ian Broudy, provinientes de Liverpool. y autores de la maravillosa "Lucky you". Eran un eslabón medio entre la estabilidad noventera de los en su momento polémicos Simply Red o Simple Minds y la explosividad peligrosa de los hermanos Gallagher o el dúo Albarn-James. Su canción se llamaba "Three Lions", en referencia a los tres leones que se ven en el escudo de la camiseta oficial inglesa y dejaba clara la explosión patriótica que simbolizaba la Eurocopa. Fue el primer número uno de la banda en su país.
Inglaterra jugó una primera fase aceptable, llevados por los goles de Shearer. En cuartos de final se enfrentó a la España de Clemente y Salinas. El partido fue horroroso, como era habitual en ese equipo. Se respiraba tensión por todos lados. En los penaltis, tradicional punto débil de los ingleses, fueron Nadal y Hierro los que fallaron e Inglaterra se metió en semifinales... contra Alemania. Por supuesto, el partido volvió a llegar a los penaltis, y, por supuesto, Inglaterra volvió a perder ante la eventual campeona del torneo.
Fue un palo enorme, desolador. Nadie se lo esperaba. Aquella victoria contra España era una señal del cielo. Wembley estaba completamente callado, setenta mil hooligans silenciados por cinco-seis mil teutones enloquecidos.
Quedó la canción. Fue un periplo extraño, porque en los primeros años nadie la rescató. En Inglaterra renació dos años después, con una versión ad-hoc para el Mundial de 1998, el primero de Beckham, Scholes y compañía. En España, sólo el Carrusel Deportivo se decidió a incluirla en su repertorio -en concreto, esta última versión- y poco a poco ha ido convirtiéndose en un himno de las distintas cadenas para reivindicar la compra de los derechos de tal o cual competición. Por ejemplo, en este mismo momento, Digital Plus y TVE utilizan el mismo trozo de la canción para motivar a sus espectadores. El fútbol vuelve a "casa", sea eso Wembley o tu sofá. Carlos Martínez o Juan Carlos Rivero.
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