No pretendo ser demasiado original con esto, sé que todo el mundo está escribiendo hoy sobre el tema.
Acabo de leerle a Arcadi Espada que en un obituario hay que tener un cuidado extremo con el "yo", de manera que no parezca que tú eres el que se ha muerto o te excedas en el lirismo.
Bueno, pero yo no soy periodista, ayer se lo explicaba a Patricia del Norte de Castilla, así que tiro:
¿Cuándo me enteré? Si soy sincero, no lo recuerdo. Recuerdo que Jorge Tomasi me grabó en cinta el "Bleach" y el "Incesticide" la noche anterior y yo estaba contentísimo porque ya tenía toda la discografía de Nirvana.
Recuerdo que ese sábado, día 9 de abril ya, había un especial de "De cuatro, tres" de Paco Pérez Brian, dedicado casi entero a Kurt Cobain, y que la gente llamaba y contaba sus historias y todo el mundo estaba triste y yo pensé en llevar un brazalete negro a clase e incluso tengo la idea de que Rafa sí que lo llevó -Rafa, Jorge, Simón, Laura, Isabel, Pepe... todos salíamos por Malasaña, íbamos a La Vía Láctea y al Malandro y al Desert y acabábamos en el Maravillas que ahora es Nasti, creo-, pero puede que me lo esté inventando. Lo del brazalete, digo.
Recuerdo que en aquel momento yo no tenía la sensación de estar ante un momento histórico, porque yo creía que Kurt Cobain era un genio, sí, pero un genio muy nuestro, muy privado, de poca gente. No un icono mediático ni nada de eso y, claro, Nirvana había tenido éxito. Mucho éxito. Eran los 90. Pero tampoco eran U2, por decirlo de alguna manera. Y si eran U2, yo no me había dado cuenta.
A mí me encantaban U2, por cierto.
Recuerdo que habían tocado pocos días antes en Madrid, justo después del "amago de Roma", cuando se puso hasta arriba de pastillas y champán y tuvieron que ingresarle en un hospital. Por eso el año siguiente -creo que era un mismo 5 de abril, puede que no- fuimos a ver a Courtney Love, como si esperáramos directamente que se suicidara allí mismo, encima del escenario. Éramos adolescentes y morbosos.
Recuerdo que en mi diario -entonces yo ya llevaba diario, pero escrito, claro, y era terriblemente autocompasivo y lamentable, pero era- pegué el titular de "El País" de cuando le encontraron muerto. Ahora está casi amarillo. Lo pegué con pegamento. De barra. El programa de Pérez Brian lo grabé en una cassette. Todo eso tiene que estar en algún lado, supongo, como el especial de la MTV con la viuda leyendo la carta aquella e insultándole a la vez.
Recuerdo a Loriga hablando del tema. En "Días extraños". Una colección de artículos que se llamaba "Tres días después de la muerte de Kurt Cobain". Insisto: no teníamos ni idea de que aquello fuera a ser un momento clave en la cultura popular mundial, pero sí teníamos claro que era un momento clave en nuestra adolescencia o nuestra juventud. Decía una cosa preciosa. Loriga era así. Algo como "Te encontró un electricista. Un electricista. Desenchufado".
Y era verdad. Le encontró un electricista después de varios días buscándolo y por eso la noticia de "El País" salió tarde y el especial de Radio 3 llegó con cuatro días de retraso: porque le estaban buscando y él ya llevaba dos días muerto.
Recuerdo aquel verano. El verano de 1994. Una Laura -siempre hay una Laura- me había regalado una cinta con el "Unplugged" en pirata y la poníamos todo el rato en un vagón de campamento de San Martín de Valdeiglesias. No podíamos ser unos chicos más tristes. Con 17 años, qué penita. Bueno, qué se le va a hacer. Luego llegaron los posters. Llegaron de inmediato, más bien. Su cara con el pelo cayendo en la frente y frases grandilocuentes de su carta de suicidio. Como el Che. Como Cristo. Uno más. Cuando todo el mundo es el Mesías nadie es el Mesías, es así.
O así me parece.