Los domingos en los festivales. Tengo por norma no irme nunca un domingo de un festival. Afortunadamente, puedo permitírmelo. Los domingos son de la gente de la ciudad o el pueblo. Es su misa y su aperitivo y llenan las terrazas y los niños están con la pelotita mientras los acreditados tomamos café. Hemos dejado de ser la gran atracción y en parte nos hemos convertido en algo así como los visitantes molestos.
Por un día, al menos. Y exceptuando a Hugo Silva, por supuesto.
Málaga ha vuelto a la cordura: llovió por la noche pero ya hace sol y calor. Es lo que se espera de ella. Los turistas desayunan en las terrazas -zumo de naranja natural al módico precio de 4 euros- y yo voy al AC Málaga Palacio a entrevistar a David Planell. El hombre está fatigado. Se le nota. No lo dice pero se le nota. Han sido tres días contestando las mismas preguntas y ya me parece increíble que sea capaz de mantener el interés en las respuestas, hacer como si hubiera abierto una nueva vía con una de mis afirmaciones.
Estadísticamente, es improbable.
Tenemos prisa, además. Después de mí, vienen otros. Televisión. Estamos en lo alto del hotel. Planta 15. Terraza. De un lado se ve todo el mar delante de nosotros, puerto y barcos incluidos. Como estar en el Urgull pero pagando. Del otro se ve la catedral, las terrazas, las callejuelas tan andaluzas. El caos de herencia musulmana. Le digo a Cecilia: "He descubierto mi vocación: quiero ser millonario" y me voy. Me despido de Natalia Mateo, deseando irse ya de vuelta a casa, y llego tarde al pase de "Un buen hombre", pero aun así me dejan entrar, porque aquí puedes entrar incluso media hora tarde y si la gente tiene que fastidiarse, que se fastidie. Ea.
La película tiene uno de los mejores trailers que he visto. El trailer está por encima de la propia película, de hecho, que va un poco de más a menos, partiendo de una idea muy buena y prolongándola de manera algo innecesaria. Un hombre modelo: religioso, jurista, pedagogo, felizmente casado, reconocido... es testigo involuntario de un crimen atroz cometido por su mejor amigo, a su vez profesor universitario, catedrático y apoyo indispensable para su propio acceso a la Cátedra. Si han vivido de cerca un departamento de Universidad sabrán de lo que les hablo.
Por supuesto, el hombre se plantea qué es. ¿Es realmente el cristiano devoto y amante de la ley que cree que era o es un hombre movido por pasiones indefinidas, sea amistad o ambición, hasta el punto de encubrir un crimen? Como ustedes son listos y saben que en el primer caso no habría más película, pues habrán supuesto que la solución correcta es la segunda. Las actuaciones de Tristán Ulloa y Emilio Gutiérrez Caba, lo mejor del film.
Por la tarde, pasaron "Ramírez", una película que es muy probable que ustedes no vean jamás porque es la típica mini-producción que no encuentra distribuidora. Es una pena, porque la película resulta interesante. No sólo por el tema: un chico atractivo, millonario de cuna, metido en drogas por puro capricho, elegante, amable, sonriente... que resulta ser un asesino en serie despiadado, con el morbo añadido de fotografiar a todas sus víctimas. Un guión algo escabroso, pero muy bien narrado. Con pocos recursos, pero bien empleados.
Y, por encima de todo, Cristian Magaloni, un chico llamado a ser una estrella: comedido cuando es necesario, agresivo si hace falta. Distante y pasional. Una especie de Brendemühl pasado por Patrick Bateman. Soberbio. Ya se acordarán de mí cuando recoja su primer Goya.