sábado, abril 11, 2009

El Gran Cronopio

Tengo demasiado reciente "Periodismo práctico" de Arcadi Espada como para resistirme a comentar este artículo que publica elmundo.es sobre Julio Cortázar. Espero que con el tiempo alguien le eche un vistazo y corrija cosas, pero en este instante, es lo que hay, las cursivas son mías.


"En los últimos años la fama castiga de mala manera al 'Gran Gronopio' y ya (¿ya? ¿antes sí? ¿cuándo?)no le da tregua. Al punto de que su traductora al serbocroata lo invita a unas conferencias en Belgrado, con una simpática, pero demasiado formal misiva. (no sé cómo es una carta "simpática", supongo que "informal", "divertida". Me extraña la combinación "simpática pero formal", salvo que quiera decir "demasiado formal para ser realmente simpática", "demasiado formal para..." ¿para qué? Un enigma)

El Gronopio (Gronopio, estupendo, segunda vez) hace caso omiso, pero poco después la traductora, nacida en Buenos Aires pero de origen catalán, y además afincada desde siempre en Belgrado, insiste en un tono más cercano (¿menos simpático?) al escritor barbudo (próxima aparición en circos y ferias, manténganse atentos), amigo de Fidel y la Revolución cubana, que arrastraba las erres a la francesa (Cortázar arrastraba las erres a la francesa, el resto del mundo que habla así tiene frenillo) y se reía de todo, incluso de sí mismo.

Lo llama "Julísimo Julio" y lo trata de 'vos'. Y el 'Gran Cronopio (ahora ya sí: Cronopio)', que no es otro que Julio Cortázar (¡oh, esto sí que es una gran sorpresa! No, en serio, esperar al tercer párrafo para dar el nombre del Gran Gronopio hostigado por la fama y darle un tono de resolución a un enigma es dudoso), ya no puede desentenderse del afecto y se excusa de la invitación a Belgrado "hasta salir de una fatiga impuesta por varios años de viajes permanentes y que por desgracia poco tenían que ver con la literatura y mucho con los Pinochet y los Videla de este pobre planeta". De esas las ("¿de esas las?" ¿estamos siendo serios?) calabazas surge una entrañable amistad por correspondencia entre Julio Cortázar, Carol Dunlop, su segunda esposa, y la traductora Silvia Monrós-Stojakovic (podría haber escrito el nombre desde el principio pero no le pareció suficientemente literario, esperó también al tercer párrafo), entre julio de 1980 y septiembre de 1983.

El pequeño sello barcelonés Alpha Decay publica este breve epistolario, hasta ahora inédito, compuesto por nueve billetes y tarjetas postales del argentino, cinco misivas de la traductora y otras tantas de su mujer, Carol Dunlop, coautora, junto al escritor argentino, de 'Los autonautas de la cosmopista'.

El conjunto tiene más valor humano que literario, dado que la edición respeta las rarezas gramaticales del español escrito de Monrós-Stojakovic y de Carol Dunlop. Norteamericana, esta última, que escribe en un español vacilante (se me ocurre: "...y de Carol Dunlop, norteamericana, que escribe en un español vacilante y tanto bizarro pero de gran expresividad) y tanto bizarro (por cierto, "bizarro" es un galicismo/anglicismo, en castellano, "bizarro" es "valiente", pero vale, está suficientemente extendido y a mí me gusta), pero de gran expresividad.

Sin embargo, el conjunto —a pesar de la brevedad de las líneas del argentino— (todos los adjetivos y todos los detalles apuntan a que en realidad el libro es una mierda, pero, bueno... Tampoco entiendo que utilice "Sin embargo" y "a pesar de" juntos, con uno sólo vale, miren: "El conjunto -a pesar de...- retrata...") retrata a la perfección al último Cortázar (¿el último de cuántos?) agobiado por su propia enfermedad y la tristeza de la pérdida, tras la muerte de su esposa (¿agobiado por la tristeza de la muerte de su esposa o agobiado por la tristeza de "la pérdida", así en abstracto genérico fantasmal, concretado en la muerte de su esposa? En el primer caso, sobran palabras, para variar). Carol Dunlop murió de una pulmonía el 2 de noviembre de 1982. Y (¿por qué ese punto y seguido antes del "Y"?) la amistad por correspondencia de este triángulo amistoso entre el escritor, su segunda mujer y la traductora al serbocroata (que, curiosamente, jamás llegaron a reunirse los tres en vida) se desvaneció en el aire. Las proezas surrealistas de las que era capaz el autor de 'Rayuela' en sus cuentos se toparon aquí con un escollo imposible de franquear. ¿Cómo preservar una amistad triangular y por carta sólo con dos aristas? (pues sí, la verdad es que era complicado. Esta frase es de antología de chorradas como pianos).

"Lo que tengo que decirte es horrilbe", le escribe el argentino a Silvia Monrós-Stojakovic días después de la muerte de su mujer. Y continúa con absoluta sinceridad: "Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón". (¿no siente el lector que entre tantísima paja falta una información clave: ¿Cómo demonios se conocieron la traductora y la esposa del Gran Cronopio?)

Meses depués, en marzo de 1983, en una de sus cartas más largas dirigidas a Silvia, su traductora, (sí, Silvia es su traductora, había quedado claro antes) las excusas de Cortázar por las misivas no recibidas y tampoco contestadas (lo prodigioso hubiera sido contestar misivas no recibidas), suenan a mentira piadosa que, a la vez, confiesa lo insoportable que le resulta al escritor continuar con una amistad epistolar mutilada por la ausencia de su compañera. "Silvia, no te escribiré más por hoy, me cuesta hacerlo, estoy tan solo y tan deshabitado".


Naturalmente, las cartas se interrumpieron algunos meses después, como también se interrumpió la vida del autor de 'Casa tomada' el 12 de febrero de 1984 ("naturalmente", nunca mejor dicho. Lo que se interrumpieron no fueron las cartas, fue la vida, lo demás va de suyo), a causa de una misteriosa leucemia ("leucemia" no es una palabra que permita muchos adjetivos calificativos, pero es que "misteriosa leucemia" me deja a cuadros) que no hizo más que agravar el abatimiento de su luto. "De ánimo estoy todo lo bien que se puede después de este año tan hueco y triste", le escribió el 'Gran Cronompio' (¡Cronompio!) a Silvia Monrós-Stojakovic en su último billete de noviembre del 83 (es decir, se confirma que las cartas no se interrumpieron, que sencillamente el escritor barbudo se murió). El juguetón narrador que había creado uno de los universos de ficción más lúdicos y sugestivos de las letras hispánicas ya no tenía más ganas de jugar. (Sería eso)