La cosa empieza así: el equipo juega peor y todo el mundo lo nota. La prensa y el público se preguntan si hay crisis pero el presidente y el entrenador lo niegan. Ahí están los resultados y los resultados no son tan malos. Es más, mejorarán. Con confianza y optimismo y si la gente apoya en vez de silbar, el juego será el de antes y los resultados nos llevarán a lo más alto.
Sólo que eso no sucede. Ni público ni prensa pueden obviar que el equipo no funciona y, lo que es peor, empiezan a llegar las derrotas. Inesperadas. ¿Hay crisis? El entrenador empieza a reconocer algunas lagunas, promete cambios, pide confianza y el presidente lo deja claro: el entrenador es el mejor posible y no habría nadie que lo pudiera hacer mejor. Es más, al final de temporada habrá títulos. Seguro. Muchos títulos. Confien, esperen y verán.
Pero, vaya, pues no. Los resultados son tercos y el equipo sigue bajando en la clasificación y no le gana a nadie y los jugadores no cobran y el entrenador empieza a estar desilusionado, triste, cabizbajo, sin soluciones, desesperado... y sí, el presidente le sigue confirmando en el cargo, pero con la misma falta de ganas y sin dejar de mirar el calendario que queda. Madre mía, y aún no hemos jugado contra el Barcelona.
Ya reconocen abiertamente que hay crisis, pero aseguran que lo pueden remediar. Ellos. Si les dejan. Déjennos trabajar y lo arreglamos, dicen.
Hasta que un día el presidente se da cuenta de que la afición no puede más y ve que, de seguir así, su cargo peligra. En ese momento, piensa: ¿Echo al entrenador o a los once jugadores? Y decide: a todos. Realmente es una solución insólita, pero es un momento insólito y desde luego él no pensaba que fuera a llegar nunca. Es más: prometió que no iba a llegar nunca. Veía al entrenador tan seguro...
Así que antes de que vayan a por él directamente, Zapatero ha decidido remodelar todo el equipo. De arriba a abajo. De entrada, el gran Solbes, fuera. Lo pedía a gritos. Era un hombre completamente desarbolado por todos lados y sin ninguna idea ya en la chistera. Sin chistera. Le sustituye Elena Salgado. Eso crea dudas lógicas, aunque desconozco la capacidad de Salgado como economista así que no me pronunciaré. Hechos serán amores.
Se van también Bernat Soria, que apenas ha tenido tiempo de trabajar en Sanidad, Mercedes Cabrera, que no ha aportado nada en Educación, Magdalena Álvarez, que ha acumulado desastre tras desastre en Fomento y César Antonio Molina, que nunca convenció como ministro de cultura.
Entran Trinidad Jiménez, es decir, una fiel de Zapatero de los primeros tiempos, para encargarse de Sanidad, sin que se le conozca capacidad alguna en el tema. Es curioso lo de los políticos: lo mismo valen para alcaldes de Madrid, secretarios de estado de política exterior y ministros de Sanidad. En fin. Ángeles González-Sinde, directora de la Academia de Cine, ocupa cultura. Un premio para el sector, por supuesto. Pepe Blanco se lleva Fomento. Más aparato. Más línea dura.
Por último, Ángel Gabilondo se encargará de Educación. Ángel fue profesor mío de metafísica en la Autónoma dos años. Un tipo entrañable, amable y educado. Un profesor dudoso. Como rector no ha habido queja ninguna. No sé si servirá como político, que, ya se ha comentado antes, es un oficio en el que lo único que importa es sobrevivir, sea como sea. Me parece demasiado buen tipo para ser ministro, espero que le vaya muy bien.
Siguiendo la tendencia a rodearse de la "guardia pretoriana" del partido, Manuel Chaves aparece como "deus ex machina" en el cargo de vicepresidente de asuntos territoriales o algo así. Un cargo extraño. Una persona extraña. Recurrir ahora a un ministro de hace 20 años queda raro. Queda muy "de partido", para poner orden. Al fin y al cabo es el presidente. Que vale que el presidente del PSOE no manda, que manda el secretario general, pero es el presidente. Entre él y De la Vega van a poner orden y a ayudar a Salgado, se supone. El nombramiento me deja muchísimas dudas. Si la única solución es volver atrás, mal vamos.
No desaparecen ni el Ministerio de Cultura ni el de Ciencia e Innovación, una de las grandes apuestas de Zapatero y el PSOE en 2004, tal y como se rumoreó. Se alegaban motivos de austeridad y ahorro para ese cambio, pero cualquiera que sepa cómo funciona la administración pública sabe que eso es dudoso: todo cambio supone un despilfarro enorme en correspondencia, papeles, informes, burocracia en definitiva, que tiene que cambiarse. Lo viejo ya no vale. A comprar más con el nuevo membrete.
Los funcionarios serían los mismos. Los altos cargos, ya veríamos. Probablemente, también. Un acierto, en este caso.
No hay ministerio de Deporte, un gasto inútil en este momento. "El País" dice que el propio Zapatero se encargará de la gestión. Espero que no lo haya dicho el propio Zapatero porque sería la risa. "Vosotros idme arreglando esto que yo me encargo del deporte". Parece un sketch de "Vaya semanita".
La paridad sigue entre los ministros. Se van Álvarez y Cabrera, entran Jiménez y Sinde. Hay un hombre más en el gobierno -Chaves- pero sin cartera específica, aunque podría ser el equivalente a Asuntos Territoriales. A cambio, habrá dos vicepresidentas. Lo único que parece tener claro Zapatero es lo que tiene que ver con la publicidad. El resto tiene un desolador tono improvisado.