No me hagan mucho caso hoy. Estoy algo vinagre. Probablemente, sea la falta de sueño. Ayer no acabamos muy tarde, serían las dos. Iba con José Manuel Carrasco -"Pulsiones", "Padam", "Consulta 16"- y con Christopher Slaski -compositor, entre otras, de la banda sonora original de "La Vergüenza- y se nos complicó algo la cosa: se cruzó Raúl Arévalo, luego Cristina Alcázar y Juanma Cifuentes -actores de "7 minutos"- y finalmente Javier Pereira, con quien por fin me decidí a hablar tres años después de verle en "Tu vida en 65 minutos".
El caso es que, pese a todo, he dormido cinco horas como mucho. Cada mañana me levanto pensando que ese día puede ser mi último en Málaga y hoy la angustia se ha prolongado hasta las doce de la mañana, que la Escuela Oficial de Idiomas ha decidido no requerir mis servicios.
Antes, a las 9, ya estaba en el Cervantes. Mucha expectación en torno a "7 minutos": una idea atractiva, una comedia con apariencia ligera, un excelente reparto... Sin embargo, no funciona. De acuerdo, Antonio Garrido está genial, Luis Callejo cumple como siempre y es muy difícil ser más guapa que Marta Etura -muy serio lo suyo- o Asier Etxeandía. Pero la cosa no avanza.
Empieza con una sesión de "speed dating": un grupo de gente bajo el patrocinio de Match.com queda para conocerse durante siete minutos. Al pasar ese tiempo, suena un gong y tienen que cambiar de pareja. Si se gustan, al final de la velada, lo comunican a la organización y si hay doble feeling pues se intercambian contactos. Creo que, efectivamente, da para bastante, pero al final se queda todo en una especie de comedia noventera de esas de Juanjo Puigcorbé y tal, con demasiados chistes fáciles y discusiones en público con gente mirando de fondo y poniendo caras por si te has olvidado de que estás en una película y escenas de sexo que no cuentan absolutamente nada y chistes sobre homosexuales y algunas cosas que no es que recuerden a Gómez Pereira, es que recuerdan a Pajares y Esteso.
El final es un desastre. Se mire por donde se mire. En la rueda de prensa alguien comentó que "seguro que a los críticos no les gustan los finales felices" pero eso es una chorrada como un piano. Primero porque "los críticos" no existen como gremio. Segundo, porque el problema de este final no es que sea feliz es que sea muy malo. El comentario es tan fácil que me da grima hacerlo, pero es que es lo que pienso: espero que González-Sinde sea mejor ministra que guionista, porque sus últimos trabajos...
Una vez más, los actores están muy por encima de un proyecto que parte de una buena idea, ya digo, pero que parece perezoso y a la vez apresurado en su desarrollo. Una pena.
La segunda peli del día fue "Trash", con el habitualmente solvente Óscar Jaenada -ayer le vi hablar euskera en "Todos estamos invitados", hoy tocaba catalán- y un buen montón de chicas atractivas. Es una peli muy tremendista. No es un desastre, pero hay un claro exceso de sexo y además siempre en la misma posición. Cierta obsesión por el sexo anal. Todos los personajes son llevados al extremo, las situaciones se complican de manera exagerada y baste con decir que todos acaban en el mismo hospital.
Sexo y hospitales. Eros y Thanatos. Mucha ley de Murphy: todo lo que les podía ir mal, les va mal. Hay veces que es así, tienes un mal día (esto es un spoiler): tu nuevo novio te planta en un restaurante, te drogan en un concierto, te medio violan entre dos en un cuarto de baño mientras tu ex novio está a punto de morir de sobredosis, tu mejor amigo te recoge, te lleva a su casa, te viola también, y cuando estás al borde del suicidio en un puente, tu hermana se pone de parto y sales corriendo en compañía de tu madre -con cáncer y lesbiana de nuevo cuño- y tu cuñado, que viene de una orgía con putas.
Pues eso, un mal día, joder. Todos hemos pasado por ahí