domingo, diciembre 14, 2008

Única toma y el complejo mundo del Super 8


Los amantes de los cortos somos gente de lo más peculiar: podemos salir de nuestras casas a las cuatro y media de la tarde de un sábado, a pesar de la modorra, a pesar de la lluvia, a pesar del frío que asola Madrid estos días, andar hasta el Conde-Duque, sentarnos a unos 20 metros de la pantalla, ver un corto de tres minutos, mudo, sobre una chica en la playa que hace volar la cometa, aguantar ahí el plano, aguantar el silencio -luego se comprobó que la película no era muda sino que había un fallo en el sonido- y no decir ni  mu.

Pero ni mu, oiga. Hasta el punto de que, al minuto y medio de la cometa volando, ya acabo diciéndole a Álida: "La actitud del público resulta encomiable". Y, como colofón, cuando el corto termina, todo el mundo aplaude. Masa sin ansiolíticos.

Mi presencia en el festival Toma Única fue más bien testimonial. Apenas duré un par de horas. Honestamente, esperaba otra cosa. Esperaba Vigalondadas del estilo "La batbola" o "El Club de la ETA". Creo que el género se presta a ello. Creo también que se presta al humor más que al arte épatant. Por ejemplo, tenía interés en ver algo llamado "Lost in trasladation (Perdido en el traslado)", pero resultó ser una decepción.

Si Álida o Clara se animan, el año que viene podríamos hacer algo así: colocar el nombre de una película, yo que sé, algo en plan "Una sartén incómoda" y reírnos de Al Gore. Estaría bien.