domingo, diciembre 28, 2008

Álvaro Vázquez y Alba Lanza repiten mojito

Al salir del metro unos punkis skinheads cantan canciones de Raffaella Carrá y un par de chinas se lanzan sobre nosotros -todos nosotros- con sus latas en la mano, hasta el punto de que un chaval suelta "cerveza es feliz navidad en chino" y yo me parto de risa con las llaves en mano camino de mi casa, acabando la noche mientras los demás la empiezan. Aprovechando mis vacaciones mentales y físicas.

Vacaciones que consisten en pasar tiempo solo. Siempre es bueno pasar tiempo solo. Ayuda a conocerse y a observar y a inspirarse y a apreciar más la compañía ajena cuando llega. Voy solo a ver "Appaloosa" (¿se escribe así?) y me encanta. De verdad. El western es un género muy agradecido: hombres con su propia moral sureña, una ética a prueba de balas y nunca mejor dicho, una ley que siempre es la propia ley. Los buenos frente a los malos, sólo que a estas alturas ya sabemos que los buenos no son tan buenos, quiero decir, los buenos del western ya no son James Stewart o Gary Cooper o John Wayne. Ahora son Clint Eastwood o Ed Harris o Viggo Mortensen. Pistoleros de leyenda con cierta voluntad ególatra de imponer justicia.

Las dos horas de la película pasan deprisa. El argumento es un poco absurdo, poco pensado diría, muy mejorable. Pero los actores están sensacionales y los diálogos, bordados. Minimalismo. No hubo bolas de alambre de espino pero sí hubo incluso apaches. Incluso conseguí reconocer a una guapísima Ariadna Gil de secundaria, que no sabía ni que aparecía.

Salgo de Tirso y tiro hacia La Latina y de ahí por la calle Toledo hasta Calatrava (literatura GPS), donde tocan Álvaro Vázquez y Alba Lanza en la Asociación Cultural Yemayá. Para empezar, Álvaro aparece mojito en mano. Es una buena señal. Es el segundo. Es decir, repite mojito. Luego, el concierto está bien, con estilos distintos. Alba tira de una voz preciosa y contundente y cierto entusiasmo, con canciones que a Vázquez le parecen de Janis Joplin y a mí me recuerdan a 4 Non Blondes o incluso a Georgina.

En inglés, francés, español y portugués. Bonitas e intensas. Con la guitarra algo desafinada, eso sí. Cosas que hay que cuidar para la próxima vez.

Luego, Vázquez tiene otro rollo. Te partes de risa con él, la verdad, con ese aire de bohemio enloquecido y despistado, que intenta explicarlo todo -probó incluso con la paradoja de Zenón, aquella por la cual la flecha nunca llega a la diana y Aquiles nunca alcanza a la tortuga- y que pide palmas mientras cuenta sus desengaños amorosos. Tiene momentos Antonio Vega, momentos Luis Ramiro y un momento descaradamente Lichis, que para mí fue lo mejor.

Luego, se me acerca y me dice que haga una buena crítica en mi blog, pero yo le digo que estoy cansado de hacer críticas y mucho más críticas de amigos, pero que me alegro mucho de haberle visto porque me gusta poder ver a mis amigos hacer cosas y no sólo emborracharnos y hablar de chicas. Crear música y no sólo ser músicos, que diría Marsé.

Y es verdad.