Yo creo que todo el mundo debería levantarse y ponerse recién despertado "All these things I´ve done" y canturrear aquello de "If you can´t hold on, if you can´t hold on... hold on" y seguir el ritmo de la batería para ir creciendo en energía, en ritmo, en orgullo. Una manera de salir a la calle de otra manera para recibir el café, el zumo, el croissant a la plancha, los tres pisos para abajo y luego para arriba y los 50-60 exámenes que quedan por corregir y el paseo a toda velocidad desde Tribunal a Manuel Becerra, adelantando señoras con bastones por la calle Goya, esquivando cámaras de televisión a la salida de la Audiencia Nacional, cantando a todo pulmón en medio de la calle, como un loco: Another head aches, another heart breaks, I am so much older than I can take...
Creo que todo el mundo debería dormirse mientras recibe un shiatsu -ayer también hubo correcciones y tampoco hubo sueño-. Sueños entrecortados, de segundos, caras que aparecen y desaparecen, una simple lejanía del mundo a la que uno vuelve con dedos pinchándole en todas partes. Los dolores, olvidados. Las preocupaciones, a un lado. Los ataques de ansiedad por la calle Alcalá, cosa de otro tiempo, de otro día, de otra dimensión.
You know you gotta help me out
Creo que es bueno ir al trabajo tarareando, sea lo que sea, con el libro de Rodrigo Fresán en la mano, Laura-Laure, con una botella de agua semi-vacía asomando por el bolsillo izquierdo, con una mochila llena de exámenes y libros y un solo relato repetido ocho veces, subiendo los peldaños de dos en dos, como si estuvieras ahí. Aguantar las cuatro horas explicando y repasando y viendo cómo entienden, cómo aceptan. El trabajo de profesor no es fácil, eso es cierto, pero ¿qué es fácil? Y es reconfortante, desde luego.
Reconfortante cuando los alumnos de un grupo te invitan a pasteles y Trinaranjus y cuando los del otro se quedan un rato más para escucharte, para oír tus indicaciones y tú sientes que de verdad les estás ayudando, que tiene sentido, que sirves, que de alguna manera insospechada, vales para ese trabajo porque se nota y entonces llegas al metro, justo antes de empezar el taller y sus truculentas historias de italianos y te sientes orgulloso, muy orgulloso.
Y creo que lo mejor para esos momentos en los que el día se acaba y lo que queda no es ya el cansancio del sueño sino el cansancio de la realidad, que es mucho peor, es volver a poner el iPod, buscar, escuchar cómo expulsan a Alicia -¿era Alicia?- a un país de las maravillas o las patatitas o vayan ustedes a saber el qué y justo después, milagros del orden alfabético, vuelven a sonar esos pinchazos y todo se desarrolla en orden entusiasmado y creciente hasta llegar al final.
Over and out, last call for sin
While everyone's lost, the battle is won
With all these things that I've done
All these things that I've done
Pélicot, fin
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«Je le dis droit dans les yeux, je ne l’ai jamais touchée» declaró
Dominique Pélicot, provocando la cólera de su hija Caroline Darian, que le
contestó: «...
Hace 13 horas