jueves, diciembre 18, 2008

La gran estafa


Ortega decía que los españoles hablábamos siempre mal de los políticos porque odíabamos a los intermediarios y al fin y al cabo los políticos eran eso: intermediarios de la cosa pública, los que ponían freno a nuestros deseos y daban paso a los de los demás y viceversa. Y, según Ortega, eso era para el español medio intolerable, porque el español medio entiende de acción directa y revolución, sea progresista o conservadora.

Por eso, desde que leí aquel libro -puede que fuera "La rebelión de las masas", puede que fuera "España invertebrada", me inclino por el segundo- siento un pequeño repelús cada vez que oigo críticas a los políticos como estamento y me interrogo con dureza cuando soy yo el que emito esa crítica: ¿se trata de un tópico? ¿realmente es merecido ese comentario? ¿no será más que una repetición del "piove, porco Goberno" tan latino?

Eso no quita para que, a veces, me indigne. A mi manera, es decir, una indignación tranquila.

No sé si se han dado cuenta pero España atraviesa una crisis enorme. Tampoco es algo especialmente nuevo, porque para muchas profesiones -especialmente las que tienen que ver con la escritura o la creación- esa crisis se prolonga desde hace mucho tiempo, pero ahora se ha extendido a otros sectores y nos encontramos con la famosa recesión, el incremento del paro, la amenaza de déficit en la Seguridad Social, quiebra de bancos, etc, etc.

Se supone que, pese a estar dentro de una economía de mercado, hay una serie de regulaciones gubernamentales que tienen que ayudar a mejorar las situaciones o colaborar a empeorarlas. Por eso hay un Ministerio de Economía y un Banco de España. Si no, no harían falta. No sólo eso. La regulación de la economía ha tenido tal importancia en los últimos años que, desde 1996, el vicepresidente primero del Gobierno ha sido el ministro encargado de esa regulación. Y, normalmente, hasta ahora, la figura más respetada y valorada.

Obviamente, a ese ministro lo eligen los partidos. En un caso, el PP y en otro, el PSOE. Reducir la importancia de la crisis a un "la culpa es del PSOE" o "La culpa es del PP" o, genéricamente, "la culpa es del Gobierno" sería ridículo. Pero sí se puede analizar qué están haciendo esos partidos para combatir lo que está pasando.

También sabrán que hace pocos meses -nueve- hubo unas elecciones en España. Como la situación ya empezaba a empeorar claramente, los dos grandes partidos hicieron de la recuperación económica su gran baza. Por primera vez en la historia, se enfrentaron en debate televisado los dos encargados de economía, con cierto éxito de audiencia: el PSOE eligió, lógicamente, a su ministro, Pedro Solbes. El PP eligió al "gran fichaje" de la campaña: Manuel Pizarro, ex-presidente de Endesa.

Ambos ofrecieron grandes soluciones y prometieron de todo. La cosa mejoraría con ellos. Iban a sacarnos adelante. Había que preocuparse, claro, pero nada que ellos no pudieran remediar.

Nueve meses más tarde, la situación es crítica. Se podría echar la culpa a Solbes de ello, y desde luego no cuenta con mi simpatía, pero nada invita a pensar que con Pizarro la cosa habría ido mejor. Desde luego, en su partido no lo piensan, porque ¿dónde está Pizarro? ¿alguien lo sabe? Escondidito, escondidito, que nadie lo vea...

Ahora resulta que llega el rumor de que Solbes también va a dejarlo. Hombre, hombre... ¿ahora? ¿precisamente ahora? No es el mejor momento para jubilarse, ¿no? El caso es que nueve meses después de la farsa, podemos tener a los dos actores retirados entre bambalinas mientras el resto del teatro se viene abajo. Creo que tenemos cierto derecho a sentirnos estafados. Ellos iban a salvar el mundo y el mundo se los llevó por delante. Sin contemplaciones. Tan panchos.

Foto:http://img.elblogsalmon.com/2008/01/solbes_pizarro.jpg