Del hotel al paseo marítimo hay unos 20 minutos y Almería sigue la tradición de otras ciudades del sur de mantener la iluminación al mínimo. Son las siete de la tarde y la noche se cierra y hay que subir un puente para atravesar las vías del tren y, aunque uno intenta ir de tipo duro, moviendo más exageradamente las caderas, una botella de agua casi llena en la mano, la verdad es que tiene miedo, porque todas las ciudades extrañas mal iluminadas le recuerdan a escenas de películas atroces.
Aunque, al final, claro, llego. Llego a algo parecido a una playa con algo parecido a un paseo marítimo. No han sacado demasiado partido, la verdad. De entrada, está casi todo en obras. Apenas hay restaurantes. Aunque sean aún poco más de las siete y media, quiero cenar, pero no encuentro ningún sitio abierto: es una ciudad con demasiadas panaderías y hamburgueserías, incluso creí ver unas tres heladerías de camino a ninguna parte. Así que hablo con Álida y camino, camino, camino... hasta que el paseo se acaba y ya es demasiado tarde para cenar nada y doy media vuelta y descamino hasta la otra punta, una media hora o más de viaje, los pies hinchados y ardiendo, un árbol de luces gigantes como señal de esperanza al fondo.
Llego justo a tiempo de ver el espectáculo del camión cisterna y los policías. No me parece gran cosa. Dentro, el teatro está lleno. No es que sea un teatro enorme, pero la voracidad del público me sorprende. La gala la presenta Antonio Muñoz de Mesa, presentador habitual de Canal Plus y Cuatro. Le echa ganas pero el guión es demasiado irregular. Presentar una gala es muy complicado, la única persona a la que he visto bordarlo fue a Alex O´Dogherty en una entrega de premios de Cortogenia, si no me equivoco.
Demasiados chistes no hacen gracia aunque tengan puntos y todo es un discurrir de nombres y cargos -lo habitual- hasta que suben Pepe Jordana, Edu Chapero-Jackson y presentan "The End".
Me entran dudas. Todo ese empeño en convencernos de que el corto es educativo, que habla de un problema real, que hay que tomárselo en serio, que es muy importante, que la sostenibilidad... Por un momento, pienso que quizás Edu haya hecho un panfleto ecologista y me vaya a aburrir muchísimo y no sólo eso sino que ni siquiera voy a tener el valor de decírselo después.
Pero no.
Aunque es lícito preguntarse si en realidad el corto no es casi el trailer de un largo, una historia a desarrollar en más minutos y más personajes, la verdad es que no necesitaba de ninguna de las explicaciones anteriores. Se entiende el problema. Funciona. Deberían prohibir los dossieres de prensa. El final es absolutamente maravilloso. Así que aplaudo con ganas y busco a Edu pero sólo encuentro a Óscar y su sonrisa y resulta que Edu está asediado y aunque le espero un rato, al final desisto, le mando otro SMS de felicitación y me voy a buscar un restaurante que no encuentro hasta bastante más tarde y acabo en una fiesta que no es tal fiesta porque sólo Miriam anda por ahí, y nos tomamos una copa -sí, una copa, me he resignado a ganar uno o dos kilos a cambio de no perder por completo mi salud mental- y un señor me hace una foto y una mini-entrevista para un periódico que no recuerdo.
Y prontito, tan prontito como para que yo esté aquí escribiendo esto, nos vamos. En mi caso, al hotel. En su caso, lo ignoro.