La frustración tiene mucho que ver con las expectativas. Durante algún tiempo, la eliminación -o reducción, al menos- de las expectativas evitó muchas frustraciones y me sumió en algo parecido a la felicidad. Una felicidad sin estridencias, quizás algo cínica, quizás algo conformista... pero que aceptaba las cosas como venían y no como uno se empeñaba en que vinieran.
Si alguien me conoce de verdad -y en este blog no es fácil- sabrá perfectamente de mi distinción entre francotiradores y soñadores.
Quizás por eso, por mi ausencia total de expectativas con respecto al examen de mañana (Oposiciones a la Escuela Oficial de Idiomas), no me siento tan angustiado ni tan ansioso ni tan temeroso como los días anteriores. Es el día antes y el suspenso es algo demasiado obvio.
Necesario, quizás, para un Chico Escritor. Sin seguridad, a la vez, hay más urgencia. Sin expectativa, inmediatamente, hay más instinto. Y el instinto y la urgencia, de momento, me han ido funcionando muy bien. De hecho, sin ellos, seguro, hoy no estaría aquí.
“Yo ya dije que esto era una estupidez que no servía para nada”, dice un
hombre tras ver en todos los diarios e informativos del planeta que Israel
ha interceptado la flotilla humanitaria
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“Pérdida de tiempo monumental. Mira, mira, llevan hablando de esto en todas
partes desde hace casi doce horas”. Con estas palabras ha definido Ramón
M., un...
Hace 1 hora