La Chica Portada y yo subimos Fernando VI esperando que el Bocata VIP esté abierto para tomar una hamburguesa o unas patatas o "cualquier cosa grasienta" porque me muero de hambre, pero lo más que podemos conseguir es una bolsa de Ruffles en un chino, así que nos ponemos a comer en la esquina con Regueros, aprovechando que aún no son ni las 21,30 y los conciertos nunca empiezan puntuales.
A lo lejos está Tofol. Yo le reconozco al principio de la cuesta y él al final, cuando entramos ya casi en el Búho Real. Está hablando con Darío, el dueño de la sala, uno de los grandes personajes del "circuito" madrileño.
Años antes -cinco años antes, de hecho- Darío persiguiéndonos para que hiciéramos cuanto antes nuestra consumición. Carla, su amiga francesa y yo en un rincón del bar, junto a una mesa de billar que ya no existe, viendo a una cantautora extremeña que dicen que es muy buena. "Bebe, se llama" y a partir de ahí cada jueves durante un mes o así hasta que la tendencia dio la vuelta y apareció alguien y muy probablemente fuera la Chica de la Dedicatoria.
"¿Dónde está el chaval?" le pregunto a Tofol y nos vamos los tres al bar de la esquina, donde está Rojas, seis meses y medio mayor que la última vez que nos vimos, en la Sala Mediterrani, para hacer una entrevista que aún leen unas 1000 personas cada mes en la Revista Almiar. Rojas, contento y nervioso, a su ritmo, como siempre, pero sin la distancia de entonces. Como si se alegrara.
Conversaciones sobre el futuro, ánimos, reconocimientos... planes de gira, de nuevo disco. "Se huele", le digo, "puede que me equivoque, pero está en el ambiente, la gente está pendiente de ti" y a Rojas le pone muy tenso que le digan esas cosas. De alguna manera aún no se las quiere creer.
El hecho de que debute en Madrid más de un año después de sacar el disco y en una sala pequeña como el "Búho" ya deja claro dos cosas: 1) Que quiere ir despacio 2) Que quiere hacerlo bien. Rojas tiene madera de ídolo de fans y de masas, de múltiple disco de platino. Mientras tanto, sigue con su pausa habitual, una tranquilidad contagiosa.
El concierto, perfecto. "Me he equivocado un montón de veces", diría después, pero nadie se ha dado cuenta. Yo, al menos, no me he dado cuenta. No comparto el entusiasmo de su club de fans -han tomado la primera línea de mesas y se enganchan en conversaciones con Raúl entre canción y canción- pero sí sonrío y me alegro y asiento y aplaudo, igual que mi tío.
"Lo que más me ha gustado es ver la cara de satisfacción de Pancho, estaba feliz", dice Darío nada más terminar el concierto. Pancho, feliz. Tofol, feliz. Rojas, feliz... pero igual de tranquilo (o de nervioso, sería imposible saberlo). Hay veces que estás ante alguien que sabes que tiene talento y hay veces que estás ante alguien que sabes que va a ser un genio. Es el segundo caso.
Puede que se haya equivocado, pero Rojas va ganando algo que necesitaba: presencia. Ya mira a los ojos, ya abraza, ya da dos besos cuando se despide, ya habla durante minutos en el escenario, ya es capaz de sentirse a gusto... La evolución con respecto a noviembre, quizás él no se haya dado cuenta, es formidable.
El 13 de julio vuelve al "Búho", confirma Darío. "Es mi cumpleaños", comenta Pancho, que promete que intentará venir. La Chica Portada y la Chica Abril flotan entre las mesas repartiendo besos, presentaciones y envidias.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 6 horas