Creo que he sido suficientemente honesto hasta ahora. Ser honesto no equivale a tener razón, son cosas distintas, pero al menos supone un intento de razonar más allá de los prejuicios. Soy aficionado del Barcelona, aunque no siempre lo he sido. Nací en Madrid, a escasos metros del Bernabéu y los equipos de mi barrio eran el Real Madrid y el Estudiantes. Fueron los míos durante años. Cuando llegó Cruyff, simplemente se me hizo imposible odiar al Barcelona como mi condición de madridista me exigía. Eso es todo.
Mi barcelonismo por lo tanto no es visceral ni acrítico ni se funda en grandes pasiones. Tan solo es el equipo al que me gusta ver jugar. No creo en su narrativa y la he criticado muchas veces: todo ese rollo del bien absoluto, de la humildad absoluta, de los planes quinquenales canteranos para crear un Club de los 1000 años. No, no creo en todo eso, pero me gusta verles jugar. Me encanta verles jugar, qué demonios, disfruto como un enano, no puedo evitarlo.
Cuando juegan mal, lo digo. Lo digo bien alto. Intento explicar por qué juegan mal o qué ha fallado sin caer en narrativas pesadísimas, analizando el partido sin más.
Con las cartas sobre la mesa, he de decir algo del partido de ayer del Madrid que supongo que no sentará bien a mucha gente. A mí no me cae bien el Madrid y con eso quiero decir algo tan sencillo como "no me gusta cómo juegan y no quiero que ganen". No creo que sean el mal absoluto, no creo que sean la prepotencia personificada y, como buen madrileño, tengo un respeto y cariño enorme a los madridistas. Igual que me pasa con Rafa Nadal, del Real Madrid envidio su capacidad competitiva, ese no rendirse nunca que se transmite generación a generación.
Tendrá mejores plantillas, mejores entrenadores... pero el Madrid no se rinde. El Madrid siempre lucha y te empata o te gana en el minuto 92 con un gol con la rodilla si hace falta. Lo envidio. Me encantaría que mi equipo -sea el Barcelona o mi añorado Rácing de Santander- tuviera esa mentalidad. A Guardiola le pasa lo mismo y lo dijo hace poco: "Cuando el Madrid está a doce puntos, se convencen de que van a ganar la liga, nosotros estamos a cinco y ya queremos tirarnos por un puente".
Lo de ayer fue distinto a todo lo anterior. Guardiola ha jugado contra el Madrid 13 veces desde que entrena al Barça. Ha ganado 9, empatado 3 y ha perdido 1, en la prórroga. A favor de Mourinho hay que decir que esos 3 empates y la derrota llegaron con él en el banquillo. En su contra, hay que sumar 5 derrotas, alguna de ellas muy humillante. Por supuesto, está claro que hay un punto psicológico que va más allá de lo táctico. El Madrid tiene más fútbol que eso, pero prefiere jugar a cualquier otra cosa.
Los "derbys" - me niego a llamarlos "Clásicos"- se han convertido en una ponzoña constante. Ayer vi solo los últimos 60 minutos de partido. El nivel de violencia fue intolerable. Va mucho más allá del juego duro. Vi agresiones, pisotones, entradas por la espalda a la rodilla... y por supuesto exageraciones y fingimientos que no venían a cuento. No solo del Barcelona, pero sobre todo. Hay algo en mí que hace que no valore igual una patada exagerada que puede lesionar a un compañero que una vuelta de más en el campo que puede valerle una tarjeta amarilla, pero ambas cosas son condenables y no me gustan.
Esa incomodidad constante me irrita. Demasiada tensión. El Madrid no tiene que jugar con Pepe y Lass de medio centros repartiendo todo tipo de estopa mientras Xabi Alonso intimida para ganar al Barcelona. No sé cómo puede hacerlo, pero si no lo vas a conseguir al menos no te cargues tu imagen. Es fácil y barato arremeter hoy contra Mourinho y Pepe, pero me temo que es necesario. Rozó la vergüenza. Convertir el fútbol en una guerra de guerrillas sin nobleza, una guerra de pisotones en el suelo cuando no me miran, tacos en las tibias... Miren, yo lo siento, pero no puedo creer que eso no esté decidido desde arriba. No puedo creer que eso no sea una táctica de Mourinho para buscar excusas si las cosas salen mal y le expulsan a un jugador y sacar pecho si las cosas salen bien.
Luego te pasa lo de ayer: que no tienes ni resultado ni coartada, ¿y qué haces?
En serio, uno ve al Madrid golear en Sevilla, en Valencia, en Málaga... en tantos campos tan complicados, jugando tan bien al fútbol, a su fútbol, tal y como lo entienden: vertical, veloz, en manada... que no puede entender que haya que recurrir a lo de ayer. A la interrupción constante, la patada preventiva y el "¿por qué?" preparado para la rueda de prensa junto a la hoja con errores arbitrales. El Madrid se juega mucho más que una Copa o una Liga en estos partidos porque ya tiene treinta y pico ligas y veintipico copas. El Madrid tiene un palmarés que nadie igualará en años. Pero además de un palmarés tiene una imagen.
¿Por qué destrozar esa imagen?, ¿por qué encerrarte en tu estadio, tirar dos veces a puerta y parapetarte como si fueras el Osasuna en el Reyno de Navarra, a la épica? ¿De verdad hacen falta 400 millones de euros y "el mejor entrenador del mundo" para eso? Y, por cierto, ¿cuántas veces tiene que perder el mejor entrenador del mundo con Guardiola para dejar de serlo? No hay excusas, lo siento. Sé que este artículo sentará muy mal a mis amigos madridistas. Cuando tu equipo pierde solo queda que encima venga un tío a echarte la bronca y decirte lo malo que eres.
No es mi intención. No es una crítica a la totalidad, es la crítica a un recurso y un estilo de juego. No es una crítica al Madrid de los 7-0, los 63 goles en 18 partidos de liga. Es una crítica al Madrid marrullero y a su glorificación. "El dedo de Mou nos guía el camino" y todas esas chorradas. Mou y su Copa del Rey. Mou y su doble pivote Pepe-Lass. Mou desarbolado una y otra vez en lo táctico y en lo mental. Mou -y no solo Mou- convirtiendo al Madrid en un equipo barriobajero cuando ni siquiera sabe ser un equipo barriobajero.
Yo me quedo con el otro, el de la liga. El de las goleadas y el orgullo y la competitividad sana, sin aspavientos. La vuelta en el Camp Nou puede cambiar eliminatorias pero no imágenes. El Madrid puede permitirse perder pero no puede permitirse actuar como un equipo en puestos de descenso. El infierno no son los otros. Algo está pasando. Algo va mal. Escudarse en Diego Torres y sus paranoias para no verlo es condenarse a perder siempre el mismo partido.