Después de todo, puede que Rubalcaba sea el candidato
revolucionario del PSOE. Sí, como lo leen. Casi 25 años después de llegar a su
primera secretaría de estado, el cántabro se enfrenta al Congreso
Extraordinario con la tarea de cambiar una dinámica. Él, que ha estado en todas
las dinámicas, es ahora quien tiene que liderar un giro hacia la realidad, esa
gran olvidada del zapaterismo, tan obsesionado con las palabras, las sonrisas y
la vacuidad.
El reto que tiene el PSOE ante sí es volver a dirigirse a
sus votantes de una manera creíble. Que dé la sensación de que piensan en
ellos. No es algo nuevo, prácticamente cualquier partido que pierde unas
elecciones y más si las pierde de esta manera necesita ese nuevo discurso, ese
acercamiento. Comparen por ejemplo la agresividad de la primera legislatura en
la oposición del PP con la actitud más condescendiente, más relajada, posterior
al Congreso de Valencia de 2008 donde Rajoy estuvo con un pie fuera de la
presidencia.
El PP se olvidó de meterse en todos los fregados y embestir
ante cualquier medida del Gobierno y se dedicó a darle cuerda para que él mismo
se ahogara, cosa que no tardó en hacer en cuanto las cosas fueron mal porque
era un gobierno de una calidad política muy limitada y el ruido solo ayudaba a
ocultar esa verdad.
En ese gobierno estaba Chacón. Yo puedo entender que ahora
se presente a la secretaría general como la renovadora, la portadora de “la
ilusión”, porque, de acuerdo, es joven,
es mujer, se ha mantenido en ministerios sin demasiada exposición mediática…
pero me temo que es la encarnación de un modelo nefasto de política: el de los
gestos por encima de las ideas, el de la marca por encima del talento. Mujer y
joven. Bien está. Sobre todo si se compara con “calvo y viejo” que es lo único
que les está faltando escribir a los partidarios de la ex ministra de defensa.
Me temo que eso no basta, tiene que haber algo más. Esto no puede ser un
concurso de popularidad.
Chacón tuvo la oportunidad de mandar un mensaje de cambio en
junio, cuando su nombre sonaba para las primarias. No lo hizo. En cambio salió
en rueda de prensa, sollozando, para afirmar que se sentía preparada para
liderar el proyecto, que era consciente de los problemas del partido y de la
sociedad, que creía tener las soluciones… pero que para no dañar al PSOE no se
iba a postular como candidata. Imagínense: buena parte de sus simpatizantes en
las calles gritando “No nos representan” y una ministra del país, ¡una
ministra!, reconociendo abiertamente que su prioridad no eran los ciudadanos ni
sus problemas sino la estabilidad interna de su partido.
Fue un detalle feo que dejó abiertas muchas dudas. Tanto
partido, tanto partido y al final se van a quedar sin votantes. En una reciente
entrevista, Eduardo Madina, otro de los futuribles de las nuevas generaciones
socialistas, aseguraba que de las siglas del PSOE había que potenciar la “P”.
Luego la gente les acusa de ensimismamiento y de no escucharles. Van a tener
toda la razón del mundo.
La marca Chacón es atractiva pero tiene aún que conjugar un
discurso mínimamente sensato. De momento parece representar lo que Zapatero
representó en la primera legislatura: el famoso talante, la cara amable, mucha
izquierda ande o no ande… Parece no entender que el problema no fue solo que
una crisis se los llevó por delante sino que nunca estuvieron preparados para
manejar una crisis así, tan ofuscados que estaban en su buenismo.
Si lo que Chacón va a aportar es solamente eso, la cosa va
mal. El trabajo de Rubalcaba por distanciarse de Zapatero y sus políticas puede
parecer hipócrita –probablemente incluso lo sea- pero hasta cierto punto es
esperanzador: este hombre va a dedicarse a las personas y no a los discursos.
Eso es revolucionario en el PSOE y en determinada izquierda española, empeñada
en que la realidad se acople a sus prejuicios y nunca al revés.
Probablemente no le baste. Rubalcaba viene de perder y de
perder por goleada. Lo normal es que el aficionado saque los pañuelos y la
directiva tome decisiones: es más fácil echar a uno que a once, dirán,
corriendo el riesgo de equivocar el proyecto o, lo que es más grave, prescindir
por completo de uno propio.
Artículo publicado en "El Imparcial", dentro de la sección "La zona sucia"