Es complicado decir que un equipo que marca un gol, tira tres balones a los postes y al que le dejan de pitar un penalti meridianamente claro en el último minuto no mereció ganar posiblemente ni empatar el partido… pero algo así es lo que pasó este domingo con el Barcelona en Cornellá. Probablemente, la jugada final dará para muchas portadas y contraportadas, conspiraciones y contraconspiraciones. Al fin y al cabo venimos de demasiados años en los que cada jugada polémica era el supuesto designio de poderes ocultos que determinaban títulos, no vamos a pedir prudencia ahora.
Que Turienzo Álvarez sea un árbitro espantoso –lo es- no es la razón por la que el Barcelona se dejó otros dos puntos fuera de casa. Su partido fue horrendo. Mejoró en la segunda parte, pero en la primera, curiosamente con 0-1 a su favor, el juego del campeón dejó muchísimo que desear. El 3-4-3 que tan bien había funcionado en el Bernabéu o en el Mundialito naufragó en Cornellá. ¿Por qué? Muy sencillo, para jugar con tres atrás necesitas que los mediocampistas tengan el balón, adelanten líneas, muevan con mucha velocidad al equipo contrario.
El juego del Barça se basa en la posesión, de acuerdo, pero sobre todo en la recuperación, es decir, en la colocación sobre el campo. Si eso funciona da igual dónde juegue Dani Alves, no en vano el gol del empate llegó cuando el brasileño ya estaba de nuevo de lateral y en una jugada en la que, de nuevo, dos atacantes llegaban libres por su flanco. El Barcelona no atacó bien, cayó continuamente en la trampa del Espanyol, que decidió en todo momento por dónde quería que le atacara su rival: encerrándoles en las bandas, inutilizando a Xavi y a Messi, inexistentes en la primera mitad y buena parte de la segunda, los de Pocchetino conseguían provocar el error rival de manera inmediata y a partir de ahí salir al contraataque por la desprotegida banda izquierda de su ataque.
Por momentos, fue cómico. El Espanyol llegaba cada dos minutos en situación de uno o dos contra uno y solo los cruces de Abidal o Piqué más las actuaciones de Valdés y, sobre todo, los errores continuos de los delanteros locales evitaron no ya el empate sino la goleada.
El problema, insisto, no era de Alves. El problema era del resto del equipo: Alexis no entendió nunca el partido, Busquets se encontró ante demasiados rivales, Puyol se quedó constantemente entre dos aguas… No había estructura de ataque, confiando simplemente en los numerosos fallos de los defensas pericos –que los hubo- y en la jugada genial, intentada hasta la saciedad, nunca con éxito.
Varias veces hemos dicho que el Barcelona no parece tomarse esta liga con la intensidad necesaria. En Cornellá vimos un nuevo ejemplo. Con el viento a favor, vale, pero en cuanto el partido requiere una marcha más… solo la hemos visto aparecer en el Bernabéu, después del extrañísimo apagón que sufrieron Mourinho y el Madrid en aquel derbi que hoy parece tan improbable. El problema no son los cinco puntos sino la diferente mentalidad de ambos equipos. Sí, el Barcelona podría haber ganado 0-1 pese a todo solo con que Puyol hubiera estado atento a la marca de Álvaro Vázquez o incluso 1-2 si Messi hubiera transformado el penalti agónico que no se pitó… pero este Barcelona de la liga no es el de los años pasados, no es el de las grandes ocasiones.
Si falta actitud o profundidad, habrá que analizarlo con tiempo. De entrada se echó mucho de menos a Thiago. El 3-4-3 funciona de maravilla con el internacional español en el campo y siempre da sentido al juego. Cesc empezó muy bien y se desconectó. Iniesta estuvo brillante en la acción individual pero no supo leer siempre lo que necesitaba el equipo, algo extraño.
Convencidos de que era imposible empeorar lo de la primera parte, los azulgrana decidieron guardar la ropa y conservar la victoria por la mínima. No supieron hacerlo y el Espanyol empató con merecimiento. Atacar mal supone defender mal, no le busquen más vueltas. Jugar ultraofensivo es una cosa y jugar mal es otra. El domingo el Barcelona jugó muy mal. A su favor contó con una serie de errores impropios de los delanteros contrario. En su contra jugaron los palos y la ineptitud de un pésimo colegiado.
Sumando y restando, el empate no parece tan mal resultado.
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