Hay figuras carismáticas que resumen un gobierno desde sus
informativos. Alfredo Urdaci lo hizo durante la segunda legislatura de Aznar de
manera activa y Zapatero eligió a Lorenzo Milá como imagen del “buenrollismo”
2004-2008. Conforme Milá se fue alejando del foco y se estableció como
corresponsal en Estados Unidos, apareció Ana Pastor, una mujer que lo tiene
todo para triunfar: talento, personalidad y telegenia. Cada vez que Ana Pastor
arruga su ceño, el entrevistado piensa “¿Qué estoy haciendo mal?” y empieza a
musitar incoherencias.
A mí, Pastor me gusta. Y me gustaría que siguiera con el PP,
no voy a negarlo. Igual que los cambios políticos apenas afectan a los
presentadores de la BBC, estaría bien que Pastor tuviera su lugar en la nueva
televisión pública. Supondría un énfasis en el concepto mismo de “pública” en
el lugar de “partidista”. Por supuesto, no es la periodista perfecta. Parte de
culpa lo tiene el ensimismamiento que su éxito le ha provocado, su imagen de
entrevistadora dura que no pasa ni una
al político de turno.
Eso no es del todo cierto: que Ana Pastor lo intenta es
indudable, pero otra cosa es que lo consiga. En ocasiones, está tan empeñada en
lograr la respuesta que ella quiere, tan fija en su prejuicio, que las
oportunidades le pasan bailando por delante simplemente porque no las ve. Si Ana Pastor escuchara, si de verdad
estuviera atenta a lo que le dicen y su capacidad de re-pregunta fuera más allá
del “Pero no me ha contestado a lo que yo…” cuando a menudo sí que le han
contestado pero no lo que ella esperaba, estaríamos ante una entrevistadora
colosal.
No es cuestión de decidirse entre ser mosca cojonera o
mamporrero a sueldo. Hay infinitos términos medios. Si se queda en TVE, desde
luego Pastor no va a hacer “televisión de partido”. A mí como espectador eso me
agrada porque yo no quiero más partido sino más televisión, a ser posible de
calidad, cada cual según sus capacidades. Es posible que entre las inevitables
presiones internas y externas, Pastor pudiera aprovechar para replantearse
algunos prejuicios, aprender a manejarse en la sutileza. Algunas de sus
entrevistas han sido colosales pérdidas de tiempo jaleadas por la prensa. Así,
Ahmedineyad, que jugó con ella al gato y al ratón todo lo que quiso hasta el
punto de que el periodismo se vio reducido a la ceja arrugada y el velo en la
nuca.
Será interesante saber qué piensa hacer el PP en esta
circunstancia. La tentación de crear un equipo de informativos que loe cada
reforma impopular es muy poderosa. En mi opinión sería terrible pero esa es la
opinión de un independiente que desea ser informado, no adoctrinado. En la
época Urdaci hubo adoctrinamiento, sin duda, como lo hay en muchas televisiones
autonómicas de distinto signo. Milá y Pastor al menos supieron ser sutiles. Las
formas hay que respetarlas o uno acaba agotado de propaganda.
Es un buen momento para abrir una televisión pública de
matices, referencia para el espectador. El trabajo de TVE en estos ocho años ha
sido muy bueno, de lo poco que se puede salvar: sin anuncios, confiando en la
producción propia –salvo los deshonrosos escándalos de connivencia con
Mediapro, que alguien explicará algún día-, apostando por la ficción y con unos
informativos no demasiado tendenciosos –lo más que se puede pedir en este
país-, se ha consolidado como la cadena más vista del país año tras año,
desbancando a Telecinco.
La llegada de la TDT, que ha arrasado con las demás cadenas
nacionales, apenas ha afectado a TVE, aun a costa de que su segundo canal se
haya convertido en un erial. Un erial maravilloso, por cierto. Todos los que
critican la televisión deberían saber que hay pocas cadenas con una
programación de la variedad de La 2. La falta de deporte la condena al
ostracismo del share, pero cumple una función de divulgación interesantísima.
En fin, llegado a este punto, y después de afirmar que me
gustaría que Ana Pastor se quedara en TVE, que se le diera libertad y ella
supiera utilizarla para matizar su agresividad y encauzarla, tengo que dejar
claro que no espero que sea así. Pastor se irá. A la SER o La Sexta, supongo. Y
probablemente Milá, aunque no lo tengo tan claro. TVE será Ana Blanco y un
montón de periodistas afines. Siempre ha sido así, me temo. Vienen tiempos muy
duros y de mucha impopularidad y el PP no va a renunciar a un escudo tan
poderoso. Será una pena porque el que pierde, siempre, es el ciudadano, es
decir, el que paga.
Artículo publicado originalmente en el diario "El Imparcial" dentro de la sección "La zona sucia"