Solo espero que Rafa Nadal no lea nunca este artículo, que deje de pensar en lo que la prensa o los especialistas dicen de él y siga centrándose en su juego, en llegar a finales y finales y se mantenga un año más entre los dos mejores del mundo, cosa que lleva haciendo desde 2005. Espero que su cabeza se vuelva a centrar en el tenis y disfrute de sus éxitos más que de sus fracasos… y lo espero porque últimamente me está pareciendo ver lo contrario.
Me explico: Nadal jugó un 2011 de escándalo. De auténtico escándalo. Ganó Roland Garros por sexta vez, jugó su quinta final en Wimbledon, repitió ronda en el US Open y jugó finales en Indian Wells, Miami, Madrid, Roma… ganando también en Montecarlo —séptimo año consecutivo- y Barcelona. Si miran los datos estarán de acuerdo conmigo en que no parecen muy preocupantes.
Otra cosa es el lenguaje de Rafa, que viene a responder al lenguaje de determinada prensa que solo entiende de victorias. De acuerdo, Djokovic fue mejor que él, hasta seis veces consecutivas. Djokovic fue mejor que nadie, en general, lo que pasa es que Nadal llegaba a las finales y por eso le tocaba perder a él, simplemente porque había sido el mejor del resto de jugadores. Estas cosas pasan: llega un año en el que un muy buen jugador pasa a ser un jugador excelente. Sucedió con Wilander en 1988, con Agassi en 1999, con Federer y Sampras durante varios años y con el propio Nadal en 2009.
Hay veces que uno oye hablar de la temporada de Nadal como si hubiera caído al número 15 del ranking. No, sigue muy asentado en el dos y sin perspectiva de cambio. Sin embargo, el tono de las preguntas y las respuestas no me gusta. Hay algo de obsesión en Rafa, algo de agotamiento mental. El año pasado terminó la temporada agotado y parecía que no se lo podía permitir, como si competir once meses sin descanso fuera una obligación. “Llevo siete años entre los dos primeros del mundo”, dijo, “la carga mental de eso es muy fuerte”.
Por supuesto que lo es. Aparte de exigir a su cuerpo hasta niveles en ocasiones preocupantes, Nadal lleva siete años con la presión del que defiende título, el que defiende puntos, el que se protege. Hasta 2008 tenía la sombra de Federer, que hasta cierto punto le protegía y le motivaba. Una vez superado el suizo, es normal que la motivación baje: Nadal lo ha ganado todo en el tenis menos el Masters. Con 25 años. Todo. Y ahora venimos con “es que pierde mucho con Djokovic” y nos olvidamos del resto.
Nadal hará bien en no olvidarse porque para llegar ahí ha tenido que correr mucho, pero sobre todo ha tenido que ser el mayor competidor que yo haya visto jamás en cualquier deporte. No solo el tenis, ojo. La resistencia mental de Rafa, su capacidad para no rendirse nunca, ni ante el más talentoso y enrachado de los contrincantes es lo que le ha llevado a 10 Grand Slams, 4 Copa Davis y ese largo etcétera de títulos.
La resistencia mental, claro está, tiene un límite, pero lo primero es que él mismo y su entorno se den cuenta de lo que han logrado y puedan respirar tranquilos, asumiendo que no van a ganar siempre y que ganar tiene que volver a ser un divertimento y no una obligación. De momento, a Rafa se lo ve tenso, algo obsesionado, buscando tiritas antes de recibir las heridas, como cuando afirma que el cambio de raqueta le va a perjudicar mucho a principio de temporada o que no ha entrenado lo suficiente…
Nadal no puede andar con esas cosas y no puede seguir contestando preguntas sobre Djokovic o acabará tan desquiciado con el serbio como Federer acabó con él. Creer en sí mismo y jugar al tenis, esa es la clave. Valorar lo conseguido y no pensar en lo que falta. Más que el cuerpo es la mente. Octava temporada consecutiva con el objetivo de acabar entre los dos mejores del mundo. Ni siquiera Federer ha podido superar eso. No le pidamos a Nadal que sea más genial que los genios. Celebrémoslo si sucede, pero no se lo exijamos, por favor.
Artículo publicado originalmente en "El Imparcial", dentro de la sección "La zona sucia".