El anuncio de L´Oreal con Paz Vega vuelve a parecerse a un anuncio, con sus rotos, con sus pintadas, pero en general reconocible. La mayoría de la plaza está vacía pero no hay ningún viso de lo que hubiéramos llamado "normalidad" el 14 de mayo: un par de barracones a medio construir cerca de la estatua de Carlos III hacen de puntos de información y recogida de propuestas ciudadanas. Están bastante concurridos y desde luego no por jóvenes. Alrededor, tiendas dispersas, las famosas "Quechua" que siguen ahí con lemas del tipo "Pienso, luego resisto". Las comisiones se han ido, todo se ha dispersado. La plaza vuelve a estar transitable y honestamente me gusta porque al hacerla suya dejaron un poco de hacerla mía.
Una placa a los pies de la estatua dice "Dormíamos, despertamos. Plaza tomada". Hay mucho de nostalgia en los carteles de la Puerta del Sol y me parece lógico. Ahora llegarán nuevos problemas: ¿Cuánto tardará la policía en desmontar los barracones y desalojar a los 30 ó 40 acampados que puedan quedar? Obviamente, ese día llegará porque tanto delegación del gobierno como ayuntamiento y Comunidad dejaron claro en su momento que no iban a aceptar la instalación fija en medio de la plaza de ninguna construcción.
La Puerta del Sol está limpia, de eso no cabe duda, sólo quedan los reductos de suciedad y chabolismo de los últimos en marcharse. A veces tengo miedo de que su resistencia se convierta en violenta y que su violencia nos manche a todos. Publicidad gratuita para los detractores.
De momento, la policía vigila desde la calle Montera. Una "lechera" y tres o cuatro uniformados con los brazos cruzados -su posición habitual- que controlan que no pase nada raro. El papel de la policía en Madrid es elogiable. Me refiero a la de los curritos: pasados los excesos de los primeros dos días, en las cuatro semanas de la acampada no ha habido ni un solo problema con ellos. Incluso en las manifestaciones ante el Congreso o el Ayuntamiento, la violencia se ha reducido al mínimo necesario para dejar pasar coches.
Por cierto, el jueves estuve en el Congreso, a eso de las dos de la madrugada. La proporción era extrañísima: no más de cien manifestantes, sentados en el suelo y separados por vallas de casi 40 policías uniformados con varias furgonetas. En un punto medio, 25 periodistas con sus cámaras y sus blocs de apuntes, a la espera del nuevo giro de guión, que, obviamente, no se produjo. Fue el día de los palos en Valencia, aquellas imágenes indignantes de policías sacando a pasear sus porras. Eso en Madrid no se dio y me parece que está bien que se agradezca. Yo lo agradecí. Me acerqué a uno de los que estaban por ahí, gesto serio, brazos cruzados, ya saben, y le dije: "Yo estoy con ellos -señalando a los sentados- pero quiero que sepa que como ciudadano les felicito por su trabajo".
Ni siquiera me miró, musitó "gracias" y me invitó a irme. Se toman demasiado en serio todo, esta gente.
El abismo entre el policía de a pie y el policía de administración. Aún colea el último ridículo, cuando en una pomposa rueda de prensa anunciaron la detención de la "cúpula" de la organización "Anonymous" blandiendo como prueba una careta de Guy Fawkes como si fuera poco menos que un Zutabe. Al día siguiente, otros hackers, incontrolables, les fastidiaban la página y la del INEM durante horas mientras todo Twitter se reía de ellos.
Lo grave no es que la policía crea que "Anonymous" es de verdad una "organización" con cúpula y contactos terroristas. Lo grave es que parezca que no saben qué es un "hacker", sin más, y hasta qué punto el "hacker" está acostumbrado a actuar en soledad, como el "hikikomori" del que hemos hablado tantas veces en estos artículos. Y más grave aún es que la prensa, todos a una, den la noticia, con la foto en portada del comisario sonriente con la máscara delante.
Expresiones de un mundo nuevo, un mundo que no entienden. No necesariamente un mundo mejor, no me malinterpreten: yo no quiero una sociedad controlada por hackers que hacen lo que les da la gana y delinquen cuando tienen oportunidad. Solo digo que existen, que están ahí y que nos empeñamos en combatir los delitos nuevos con las premisas viejas igual que nos hemos empeñado en analizar todo el 15-M desde una perspectiva de mayo del 68.
No tiene nada que ver.
Seis días para el 19-J y el hormigueo se siente en las redes. Imposible de detectar en la calle. Supongo que es parte de su encanto. El evento de Facebook ya va por 110.000 confirmados. Hace un mes, para el 15-M apenas llegaron a los 20.000. Alguien ha plantado una semilla en un huerto y todos sabemos que tarde o temprano va a dar un fruto. Lo que no sabemos ninguno es qué semilla, qué huerto ni qué fruto. De repente, todo es distinto a demasiados niveles.
En Twitter, alguien decía que esta generación se había acostumbrado a despreciar a sus padres, a sus profesores y ahora al resto de ciudadanos de bien. No sé de qué generación hablan. La mía destaca por ser la generación que ha dicho "sí a todo", como un mensaje de Windows. De hecho, si estamos pendientes de todo esto, si nos emociona de alguna manera es porque, por fin, después de treinta y pico años, podemos gritar bien alto "no" sin que nos preocupen las consecuencias.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 4 horas