jueves, junio 30, 2011

Blackthorn, de Mateo Gil


 (Para Neo2) Doce años después de dirigir su primer largo, “Nadie conoce a nadie”, Mateo Gil vuelve a colocarse tras las cámaras para ofrecernos un delicioso western nostálgico, en el que recupera la mítica historia de Butch Cassidy y The Sundance Kid –ya recogida, entre otras, en “Dos hombres y un destino”- para dar un giro a la historia tradicional: en lugar de morir perseguidos por el ejército boliviano, los dos pistoleros habrían sobrevivido y el primero, bajo el nombre de James Blackthorn, sería un amable anciano con tierras y bienes en el banco, dispuesto a marcharse de vuelta a Estados Unidos para conocer al hijo de su compañero de asaltos. Obviamente, la cosa se complica; si no, no sería un western.

El nombre de Mateo Gil estará siempre asociado al de Alejandro Amenábar y con toda la lógica del mundo: juntos escribieron los guiones de “Tesis”, “Abre los ojos” o “Ágora”, pero no es justo pasar por alto su carrera como director en solitario. Puede que “Nadie conoce a nadie” fuera una obra fallida, probablemente por las expectativas creadas en pleno “boom Amenábar”, pero Mateo ya deslumbró con un cortometraje llamado “Allanamiento de morada” en 1997 y ganó el año pasado el Goya con otro corto: “Dime que yo”, es decir, ni es un advenedizo ni está ahí por ser amigo de nadie.

En “Blackthorn” lo demuestra, aunque hay que reconocer que la ayuda del camaleónico Sam Shepard resulta decisiva. Shepard, dramaturgo, director y actor vocacional, está sencillamente fabuloso en su papel de viejo melancólico obligado a sobrevivir en el desierto. Una pena que no se prodigue más. A su lado está Eduardo Noriega, fiel acompañante de Gil en varias de sus empresas. Con Noriega en esta película sucede lo que en casi todas: sin estar mal siempre da la sensación de poder dar más y quedan dudas sobre si era el actor más adecuado para un papel tan complejo, siempre a la sombra del maestro Shepard.

En definitiva, tenemos en “Blackthorn” una típica película del oeste, con un punto “Sin perdón” en lo que tiene de crepuscular, con su dosis habitual de tiroteos, persecuciones y frases lapidarias. Además, tenemos unos personajes muy bien definidos, tremendamente interesantes y un ritmo narrativo que acompaña. Sinceramente, “Blackthorn” es de lo mejor que he podido ver en cine español a lo largo del año y merecería su oportunidad en taquilla: no siempre vemos una historia cuidada, bien construida, bien actuada y sin fallos groseros de realización.