domingo, junio 26, 2011

Festival D-Code


De entrada, ya es de agradecer que un festival que te vende un abono además se preocupe de que puedas entrar al recinto. En serio, no es tan habitual. En el D-Code hubo colas el primer día porque es imposible que no las haya, pero se redujeron al máximo: solo para los abonos de dos días y con una cierta celeridad: nada de visitas guiadas a stands de merchandising ni de avalanchas sin control.

El lugar, además, acompañaba. Yo había ido a varios Universimads en el campo de tierra que queda al lado del Paraninfo pero nunca había estado en el de hierba para el rugby detrás de la facultad de Ciencias de la Información, es decir, al lado del metro y los autobuses.

El primer día fue eminentemente juvenil, apoteosis del power pop con Sum 41, un grupo que no me habría gustado ni con 15 años, pero reconozco que es un prejuicio como otro cualquiera, más chavalería para ver a My Chemical Romance y cierta compostura y elegancia en las actuaciones de Eels y Band of Horses. All Time Low dedicó una actuación especial en el escenario más pequeño llena de sujetadores colgando y móviles en alto grabando la jugada.

El segundo día mejoró mucho la cosa, a pesar del calor agobiante que desaconsejaba llegar al recinto antes de que se pusiera el sol. The Vaccines cumplieron, The Hives estuvieron sensacionales, especialmente su cantante, la representación viva de lo que llamamos "un tipo carismático". El peor momento quizá llegó con The Ting Tings, probablemente porque fuera el grupo que más me gustaba de todos y su directo no estuvo a la altura: micrófonos mal ajustados, poca potencia en las voces y una frialdad enorme entre tanto sampler y sintetizador. Algo parecido a lo que les pasó hace tres años en la Joy Eslava.

El concierto se movió en una cierta indefinición: si los suecos quieren ser un grupo pop, bueno sería que se rodearan de una banda que agillizara las transiciones y metiera ritmo al espectador. Si quieren ser un grupo tecno, entonces el camino va más por la versión que hicieron de "Hands", en plan rave y que para mí fue lo mejor del festival con diferencia, hasta el punto de que la hierba se convirtió en tierra y las zapatillas cambiaron súbitamente de color.

No hubo demasiado tiempo para lamentarse: inmediatamente después, en el otro escenario, empezaban Kasabian, un grupo que demostró estar en un nivel superior, tanto en capacidad de conexión con el público, como en conjunción artística y calidad de las canciones. El mejor concierto que he visto en mucho tiempo. Con las piernas agotadas y los camellos ofreciendo farlopa a cualquier adolescente -o similar- que se acercara por sus terrenos, llegó el concierto de The Sounds, que cerraba un poker descomunal.

Si he de ser sincero, me pillaron un poco desgastado. Aguanté hasta "Tony the beat" y me marché. Creo que la cantante iba demasiado revolucionada para mi estado de ánimo y cuando has llegado a niveles Kasabian es muy difícil seguir subiendo. Por lo demás, me han dicho que el concierto estuvo muy bien pese al evidente regusto a Blondie que tiene el grupo y que Crystal Castles dieron un buen broche al festival. Yo enlacé un metrobúho con otro y después dormí doce horas seguidas. Va a ser que era verdad que estaba cansado.