Puedo fingir que no pero en el fondo sí que entiendo por qué los medios autoproclamados de derecha o centro-derecha han emprendido esta cruzada contra el 15-M
al margen de toda evidencia. Obviamente, creen que no tienen nada que ganar y mucho que perder. No hablo de ellos, hablo del PP, pero si alguien se está retratando aquí son precisamente determinados medios que llevan muchos años haciendo prensa de partido y que por lo que se ve están ahora más obligados que nunca.
En la mente del votante de centro-derecha está todavía demasiado viva la imagen del 13 de marzo de 2004. Aquello fue un shock impresionante para millones de personas. Una jornada de reflexión reventada por SMS y que acabó con piedras contra sedes de un partido político. Fue un error descomunal, de proporciones enormes y solo recordarlo me sigue dando vergüenza. Por eso, ven gente en la calle, gente difícil de asimilar, no la "gente de bien" que sale a protestar contra el matrimonio homosexual, sino tipos con vestimentas raras y piensan "ay, madre, que nos la montan y no ganamos el año que viene".
Esa imagen de la calle Génova el 13 de marzo es lo que están azuzando ahora mismo El Mundo y La Razón con sus portadas. El objetivo está claro: convencer a sus lectores de que el 15-M no es un movimiento ciudadano sino organizado por Rubalcaba y que sus fines no solo no son pacíficos sino que están entroncados con la "kale borroka", Batasuna y ETA. En pocas líneas consiguen agitar los dos grandes fantasmas de la conspiración y el miedo.
Por supuesto, ellos saben que es mentira. Tienen que saberlo. Pero da igual: su partido está asustado, su partido lleva siete años esperando a 2012 y les da absolutamente igual lo que quede de país para entonces, el caso es que podrán volver a La Moncloa. Lo que se está haciendo estos días es un acoso mediático, no ya a los manifestantes del 19-J sino a los votantes del PP: "Ojo, si sales a la calle a protestar tú también serás un batasuno, tú también apoyarás a ETA, tú también serás un peón de Rubalcaba, te estamos vigilando".
La prensa de partido, ya lo sabemos, es así. Esperanza Aguirre habla mucho de totalitarismo así que seguro que sabe que uno de sus pilares es controlar por completo la prensa, impedir una prensa libre y afín a los ciudadanos. Unos y otros lo están consiguiendo: los intentos de ayer de El País de vincular a PSOE con 15-M como el fijador de gomina que asocia su imagen al delantero de moda resultaron tan patéticos que no solo los portavoces de Sol lo negaron varias veces sino que la propia Elena Valenciano tuvo que salir a decir que ella solo se había tomado un café con unos tuiteros, y punto.
Unos nos quieren como amigos para absorbernos; los otros nos quieren como enemigos, para odiarnos.
Es una cosa peligrosa, el odio. Cuando es entre partidos que se conocen, se invitan a bodas, toman cafés juntos y se recalifican terrenos, bueno, la cosa no pasa de la estética. Está feo pero forma parte del circo. Otra cosa es incitar al odio entre ciudadanos. Imposibilitar la protesta misma de los ciudadanos. Eso es totalitarismo, señores: un grupo de ciudadanos, con razón o sin razón, decide protestar pacíficamente contra el poder y se les insulta, se les humilla, se invita a millones de personas a odiarles como perros.
Hasta aquí hemos llegado, hasta este punto tan terrible en el que el ciudadano no solo tiene que defenderse de la mediocridad de los gobernantes sino de la ira de la propia prensa libre. La prensa cuyo objetivo, en principio, sería controlar al poder y no azuzarlo contra sus críticos.
Bien, yo pido a los ciudadanos de derechas y de centro-derecha que no les crean. No les pido que apoyen el 15-M o el 19-J, no, eso es una decisión demasiado privada como para que yo la pida así sin más. No, no, el que quiera despreciar el 15-M por pueril, inocente, retrógrado, inconveniente, con ideas económicas equivocadas... lo que quieran, seguro que encuentra razones para reafirmarse. Yo no pido apoyo, yo pido ayuda. No es lo mismo. Yo pido que esos ciudadanos de derechas y de centro-derecha, que no son bichos raros perversos hijos de Henry Ford, sino que son nuestros abuelos, nuestros tíos, nuestros primos, nuestros hermanos o nosotros mismos, protesten contra esto, griten su propio "no nos representan".
Que sean capaces de decir: "No estoy de acuerdo con las soluciones que propone el 15-M ni con su simbología y no quiero ser partícipe de sus acciones... pero defiendo a muerte el derecho de los ciudadanos a protestar legalmente y en paz, porque ese derecho también es mío y lo utilizaré cuando yo lo crea oportuno". Que nos escuchen, que nos lean. No que nos den la razón, sino que entiendan que nosotros, a su vez, somos sus nietos, sus sobrinos, sus primos, sus hermanos o incluso ellos mismos.
Que juntos podemos y podemos más. Que no tengan miedo. Que sus problemas son los de todos. Que explotar a un becario no es ni de izquierdas ni de derechas, es un robo; que reelegir a corruptos en pos de la paz dentro del partido no es ni de izquierdas ni de derechas, es un insulto al ciudadano; que una ley que permite que con el 40% del voto -ojo, del voto, no cuento ni la abstención- controles todo el país no es una ley ni de izquierdas ni de derechas, sino una ley injusta, diseñada a medida para que dos partidos se repartan el poder.
Las ideas están por encima de los partidos. Siempre. Si la prensa no lo sabe ver, se lo tendremos que decir nosotros. Pacíficamente. Como podamos. Pero juntos. No somos vuestros enemigos. Aquí nos jugamos mucho todos: la posibilidad misma de la protesta ciudadana como derecho democrático inalienable. No os indignéis, simplemente manteneos firmes y que nadie os diga a quién tenéis que odiar. Menos aún a vuestros compañeros de crisis. Os necesitamos.