La encuesta de Metroscopia para El País: el 66% declara tener "más bien simpatía" hacia el movimiento del 15-M, el 81% considera que hay razones para la queja y hasta el 90% exige a los partidos políticos cambios en su funcionamiento interno. Sólo el 19% cree que los partidos representan los intereses de los ciudadanos y no los suyos propios.
Los resultados son terribles para los partidos y especialmente para el PP y el PSOE y una gran esperanza para lo que no deja de ser un movimiento ciudadano que va mucho más allá de Sol y su parque temático. Hasta el 7% de los votantes del PSOE afirman haber elegido en estas elecciones la opción de "voto en blanco", casi el mismo porcentaje que los que dicen haber cambiado a PP o IU.
Sin embargo, el mismo artículo se empeña en analizar los datos de otra manera, la manera tradicional: esto perjudica al PSOE y favorece al PP, aquello perjudica al PP y favorece al PSOE. Parte del hartazgo de la ciudadanía con respecto al sistema político tiene que ver con la escasa capacidad de análisis de la prensa y su empeño en reducirlo todo a dos partidos, olvidando lo demás, es decir, y primero de todo, olvidando al ciudadano. La encuesta dice que el 90% quiere cambios pero el análisis se centra en que son más de izquierdas los que piden esos cambios que los de derechas y que eso provocó que el voto... Menudencias.
De hecho, el 52% de los votantes del PP afirma sentir simpatía por el 15-M. Más de la mitad de su electorado. Comparen esa actitud con la de los medios afines -La Razón, La Gaceta, Intereconomía, Veo7...- y su tratamiento de las distintas acampadas.
Lo interesante del 15-M es hasta qué punto prensa y partidos políticos han quedado fuera de juego. Por supuesto, el periodista de a pie, el redactor o becario que cobra un sueldo miserable y probablemente haya rodado de medio en medio hasta conseguir algo más o menos fijo sabe perfectamente de qué habla el 15-M. Pero los grandes analistas de toda la vida y los equipos directivos siguen sin tener ni idea, abducidos por las presiones de los dos partidos que dominan hasta la asfixia el país, caminando por la crisis con orejeras.
Por todo ello, Sol no me preocupa demasiado. Me cabrea en parte, lo reconozco: es como una profecía cumplida, lo que
yo mismo vaticiné mi primer día ahí. Mientras la acampada siga en Sol hablando sobre su supervivencia y no sobre los problemas de la realidad su función es más reaccionaria que otra cosa: quiere mantener sus privilegios, lucha por mantener el protagonismo y el poder aunque ya no le corresponda. Pero, bueno, a lo que iba: Sol es solamente la punta de un iceberg que se está derritiendo, lo que no sabemos es hasta donde llega la base.
Después de Sol habrá otro Sol pero no sabemos ni dónde ni cómo.
Que los ciudadanos, por una vez, se hayan adelantado al establishment, me parece significativo. Hay que ser muy torpe para no ver a la masa venir, con el ruido que hace. Imaginen por un momento que a base de manifestaciones pacíficas y multitudinarias consiguiéramos una ley electoral más justa, la división efectiva de los poderes del estado y una mejor regulación interna de los partidos políticos que impidiera, por ejemplo, que imputados por casos de corrupción se presentasen para repetir en sus cargos. Imaginen que nosotros consiguiéramos arreglar lo que ellos mismos han pervertido, lo que la connivencia de la mayor parte de la prensa durante más de tres décadas ha tolerado.
Bien harían los directores de periódico en reunirse inmediatamente con sus becarios para que les expliquen. Seguir dando palos de ciego a estas edades es un espectáculo un poco penoso.