sábado, junio 18, 2011

La gran estafa del Día de la Música


El Día de la Música Heineken es un festival que se organiza en Madrid cada año por estas fechas y que normalmente venía durando un día -de ahí su nombre- pero que este año se ha apostado por ampliar a dos e incluir a bandas como Vetusta Morla, Glasvegas, The pains of being pure at heart, Ellos o la cantante Russian Red. El atractivo era indudable, al fin y al cabo, tanto Vetusta como Russian Red presentaban disco tres años después de su gran bombazo.

Las entradas se podían comprar por Internet en dos formatos: abono para los dos días o por separado, a 15 euros el día: el sábado podías ver a Vetusta y el domingo a Lourdes a un precio razonable en el Matadero.

El proceso era el habitual: entrabas en una página, seleccionabas el evento, pagabas con tu tarjeta de crédito y luego podías optar entre imprimir la hoja de confirmación o ir directamente a un cajero a retirar lo que se supone que es tu entrada.

Ese fue mi caso: 15 euros para el sábado y retirada en cajero.

Uno podría imaginar que teniendo ya la entrada en mano y siendo solo para un día, la cosa sería tan sencilla como entrar a lo largo de la tarde en el sitio, que alguien te corte la entrada y te deje pasar. Pero eso sería demasiado fácil, claro. Voy a contarles cómo fue todo en relidad:

Llegamos a las 6 y media, intentamos entrar por la puerta del Paseo de la Chopera pero nos dijeron que no, que por ahí solo se podía salir, que había que entrar por la puerta contraria, en la Plaza de Legazpi. ¿Por qué?, preguntamos a la policía al más puro estilo Mourinho. "Porque quieren que paséis por todos los puestos de promoción que están instalados al otro lado", contestaron con una sinceridad abrumadora.

Bien, había cola para entrar por la otra puerta. Bastante cola. Tanta como para esperar tres cuartos de hora hasta conseguir entrar, que nos revisaran bolsos y bolsillos y pasáramos efectivamente por toda la zona de promoción de discográficas, revistas, incluso un bar-terraza con precios de festival para refrescarte antes de los conciertos. Nadie nos había cortado la entrada, pero, en fin, insisto, no podía tener mucho secreto aquello.

Error, de nuevo. Al final de la larguísima fila de stands había otra cola. Cientos de personas se amontonaban en grupos intentando entrar todos a la vez para canjear tanto el abono como la entrada de un día -¡la entrada de un día!- por una pulserita de la organización. En los tres cuartos de hora que estuvimos esperando para entrar más el cuarto de hora de paseíllo promocional, a la policía se le había ocurrido dejar abierta la entrada del Paseo, así que los cientos casi se convertían en miles al entrar a la vez en dos direcciones distintas y formar hasta cinco colas que  no se movían y que resultaban kilométricas.

Estuvimos unos veinte minutos esperando, no nos movimos del lugar. Probamos con la cola principal, pero daba la vuelta ya al recinto. Nadie de organización dio ninguna respuesta. Total, ya habían cobrado... El caso es que a la hora y media de llegar al Matadero con nuestra entrada comprada y en la mano, decidimos irnos. Por si acaso, tomamos algo cerca, no fuera a ser que alguien decidiera racionalizar el proceso, dejar entrar sin más a los que tenían entrada de un día y mantener la cola solo para los abonos, agilizando el proceso.

No fue así: a las nueve y cuarto, la cola era aún mayor, rodeaba el recinto y subía el puente. A las nueve y media, con mucha fortuna, conseguimos que tres chicas nos compraran tres lápices de Cortogenia que teníamos por ahí a 15 euros cada uno y de regalo les dimos nuestras entradas. Nunca conseguirían llegar al concierto de Vetusta Morla, y eso que era el último. La cola, ya digo, empezaba a ir algo más deprisa, pero seguía acogiendo a unas 500 personas.

Eso, fuera del recinto. El caos de dentro, los insultos, las peleas, las luchas por conseguir avanzar un metro, no había manera de saber si se habían solucionado o si simplemente la policía estaba dejando entrar a la gente y que luego se buscaran la vida.

En fin, me perdí el concierto que quería ver y por el que había pagado. Me lo perdí por la inutilidad manifiesta de una organización que ni siquiera dio la cara. Al menos no perdí dinero, eso sí, y he llegado a tiempo para ver a Vetusta Morla por streaming en la página de RTVE.

Aunque, por supuesto, el streaming no funciona. Dicen que está siendo un concierto buenísimo. Enhorabuena a los premiados. El próximo año voy a pedir a Jaime Botín que me haga la declaración de la Renta y al organizador del Día de la Música que me monte otro festival solo para mí. No haría falta ni pagar a los músicos, bastaría con cobrar a la gente de antemano y luego impedirles entrar hasta que se rindieran.