El Barça empezó su etapa reina con cinco puntos de ventaja sobre el Madrid y llega a la mitad del recorrido con la misma ventaja. No es mal negocio. Ganó en Mallorca, ganó en Valencia y ha empatado en Sevilla. Le quedan Villarreal y Bernabéu y muy poco más en el horizonte, quizás Anoeta, pero la Real Sociedad se jugará muy poco en ese partido. Ganando lo que le queda en casa y asumiendo, por una cuestión de calidad, que ganará en la cancha del Levante y el Málaga, al Barcelona le faltarían cuatro puntos en esos tres partidos para ganar matemáticamente la liga aunque el Madrid lo gane todo, incluyendo el derby.
Por supuesto, nada de eso va a pasar. O no es probable. El Madrid no va a ganar todos los partidos, incluyendo su etapa reina que empieza ahora: Calderón, San Mamés, derby, Valencia, Sevilla y Villarreal, con la Copa del Rey de por medio y las eliminatorias de Champions League. También es muy posible que el cansancio que ya es evidente en el Barcelona se traduzca en algún pinchazo inesperado, pero en principio la ventaja de cinco puntos es mucho mayor si se mira el calendario que si se analiza por sí misma.
Volvamos a Sevilla, un gran partido pero extraño. El Barcelona tiró dos balones a los postes, vio cómo Medel le sacaba un balón a Iniesta sobre la línea de gol en el descuento y protesta un gol anulado y varios penaltis. Creo que no se puede objetar nada al equipo: hizo una primera parte sólida y arrolladora, en su estilo, y se defendió como pudo del empuje local en la segunda mitad sacando fuerzas de donde no las había. Se habían quedado en la remontada de Champions.
En esas condiciones, el empate es un gran resultado, más que nada porque el Sevilla jugó un excelente encuentro. No en la primera parte, desde luego, donde se limitó a mirar al rival y estorbarle lo justo sino en la segunda. La clave fue la entrada de Kanouté, que tiró al equipo varios metros para arriba y le dio la opción del contraataque. Manzano decidió partir al equipo en dos y fue una decisión acertada: ese tipo de partidos enloquecidos el Barcelona no los controla. Los puede ganar –incluso golear- por calidad, pero ya se entra en una ruleta en la que los dos están en alerta y no solo uno.
Para que esa táctica funcionara hacía falta un jugador como Gary Medel en el medio centro. Su partido fue extraordinario, el mejor de largo de su equipo. Con 0-1 y el Sevilla entregado, Medel y Kanouté tiraron de garra y perdieron el miedo. Falta hacía. Posiblemente, el Barcelona salió del vestuario en la segunda parte pensando en la accidentada rodilla de Messi en una desafortunada jugada justo al acabar el primer tiempo. Nunca lo sabremos. Lo que sabemos es que un despiste defensivo bien aprovechado por Negredo derivó en el gol de Navas cuando nadie lo esperaba.
El partido estaba siendo un monólogo y de repente volvía a ser un combate.
A partir de ahí fue una cuestión de entrega y de fuerza. Probablemente a los dos les venía suficientemente bien el empate, pero jugaron como si no hubiera mañana. Por momentos, parecía que el físico desnivelaba la balanza a favor del Sevilla, especialmente viendo a Perotti dejar en evidencia a Piqué una y otra vez, aunque a favor del catalán hay que decir que Dani Alves estuvo terrible en ese segundo período: no creó peligro en ataque y en defensa ni estaba ni se le esperaba.
Justo cuando el 2-1 parecía una opción clara –Valdés le sacó una pierna prodigiosa a Navas, Kanouté y Negredo fallaron remates sencillos llegando desde atrás…- sacó el Barcelona su último aliento de rabia: Messi hizo un par de diagonales mágicas, Iniesta tiró al poste y luego, sin portero, se encontró con Medel, Bojan pidió un penalti bastante claro que se fue al limbo como muchas otras jugadas en las dos áreas.
Y es que lo único que ensombreció este partido fue el arbitraje. No porque perjudicara o beneficiara a un equipo, sino por lo aleatorio de cada decisión. Anuló un gol incomprensible a Messi en el lanzamiento de una falta, no pitó un penalti a Zokora, luego se comió un par de ellos en el área contraria, dejó seguir jugadas tras faltas claras y cortó otras en las que el defensa se llevaba claramente el balón…
Lo que te benefician un día te perjudican otro, a veces incluso dentro del mismo partido: es lo que hay que entender de todo juego con reglas. El problema con Pérez Lasa fue esa sensación de que realmente podía pitar cualquier cosa. Absolutamente cualquiera. Por un lado le añadió épica al partido. Por otro, convendría que de una vez se revisara la aptitud de este colegiado, que no le hace bien al fútbol, más allá de resultados concretos.
En cualquier caso, el Barça haría bien en dedicar estas dos semanas de descanso a recuperar a Pedro y a Villa y no a quejarse de arbitrajes. Sin su efectividad, el equipo ya no parece imbatible.