El chico vuelve y le dice a la chica: "te quiero, no sabes cómo te quiero". La chica llora, le besa tímidamente y sólo es capaz de contestar: "gracias".
Es un diálogo demoledor. ¿Por qué? Porque pasa demasiadas veces.
Así es "Dolly", un corto magnífico de un tipo magnífico, David Pinillos, un hombre con el que comparto estética pseudo-adolescente y ñoña. Él mismo se defiende con ironía llamándose "baboso", yo me he considerado más de una vez el "Fran Perea de la literatura". "Chico encuentra a chica" iba a llamarse mi primer libro de relatos.
Repasamos las líneas en la bodega, en el autobús, en el bar donde se celebra la fiesta de estreno. ¿Por qué le dice "gracias"? me atrevo a preguntar. David sólo tiene una respuesta: "Porque me lo dijo a mí". Contar las cosas tal y como podrían ser tiene su encanto y es una de las motivaciones del arte. Contar las cosas tal y como son es un riesgo atroz que a veces cae en lo ridículo y a veces roza lo genial.
David se queda cercano a lo segundo.
De la sesión maratoniana de cortos del sábado, destacar "Traumalogía", el último trabajo de Daniel Sánchez-Arévalo con todos sus sospechosos habituales, a los que hay que sumar a Javier Pereira, co-protagonista de "Tu vida en 65 minutos". Aquí, en Medina, como probablemente en Avilés o en Isla Antilla, se respira el futuro del cine español y el olor es bueno, saludable, poco artificioso.
Uno tiene la sensación de que el tiempo acaba con todo, pero sobre todo con la inocencia. La facilidad asombrosa para conseguir teléfonos de gente que sabes que acabarán siendo inabordables. Soy un mal oficinista, pero un excelente bohemio. No sé qué opina mi jefa de eso.