Si fue justo o injusto, discútanlo en la barra de bar, seguro que no se ponen de acuerdo.
El partido era agradable de ver y difícil de analizar. La presión del Valencia volvió a ser asfixiante y puso en muchos apuros al Barcelona pero, con todo, Messi falló hasta cinco goles cantados, tres en una misma jugada. Al descanso, el Barcelona llevaba nueve oportunidades de gol pero solo dio la sensación de ser superior en los últimos quince minutos de la primera parte donde, ahí sí, Xavi e Iniesta se asociaron con Messi y Alves mientras Adriano se apoderaba de la banda izquierda en un partido más que aceptable del brasileño.
Parecía cuestión de tiempo. Ya saben, el típico partido en el que el Barça se acaba haciendo con el balón, el rival se cansa, las oportunidades se suceden y tarde o temprano alguien acierta. No fue así. En parte porque Mascherano no es Busquets y se empeña en jugar muy atrás, dificultando la circulación del balón; en parte, también, porque Xavi e Iniesta estuvieron desconocidos: lentos, torpes, fallones, descentrados… pero sobre todo no fue así porque el Valencia jugó una segunda parte prodigiosa.
Sinceramente, no he visto a ningún equipo jugarle así al Barcelona o por lo menos durante tanto tiempo. Puede que en la primera parte los de Guardiola se hubieran merecido ir al vestuario con uno o dos goles de ventaja, pero la segunda parte fue completamente valencianista: presión de hasta siete jugadores en campo contrario, recuperación inmediata de balón, despliegue físico y táctico brutal, rápidos movimientos de Banega y Mathieu para las incorporaciones de Stankovic y la habilidad de Mata, Pablo y Soldado arriba para sorprender a los centrales.
Es cierto que todo este trabajo no se tradujo en ocasiones. En rigor, Pinto apenas sufrió y no se le recuerda ninguna parada de mérito, pero el Valencia consiguió borrar al Barcelona del campo, preocupado más en defenderse del rival que en atacarlo. Ni siquiera el cambio de Pedro por Mascherano ayudó: la vuelta al 4-3-3 clásico no deparó nada bueno y todo apuntaba al empate o la victoria che cuando apareció Messi o más bien apareció Adriano en una excelente incorporación para el remate de Messi llegando en carrera.
El partido del argentino, una vez más, fue soberbio. Chupón en ocasiones, fallón, desde luego, pero soberbio. Generar tanto peligro en un solo partido es algo a lo que nos tiene acostumbrados pero habrá que recordar que es muy difícil.
El 0-1 queda como un resultado difícil de valorar: ¿Fue el Barcelona mejor que el Valencia en juego? Probablemente, no. ¿Tuvo el Valencia ocasiones claras para marcar? Sí, un par de malos disparos de Pablo Hernández y otra de Soldado interesante, pero poco más en 90 minutos. ¿Mereció marcar el Barcelona solo un gol? Pues posiblemente tampoco: jugando un partido regular y bajo mucha presión generó hasta 12 ocasiones de gol y disparó casi 20 veces a puerta, algunas de ellas, ya quedó dicho, en mano a mano con el portero.
La sensación que dejó el partido fue la de un empate, pero Messi metió justo la que había fallado cuatro veces antes y poco hay que oponer en ese sentido. El Valencia claudicó y apenas se acercó al área de Pinto en los minutos finales. Sigue así la racha del Barcelona, ya 20 partidos seguidos como visitante sin perder, 23 victorias en 26 partidos de liga, y el dato que a mí me tiene más impresionado de todos: 5 goles en contra en 13 partidos fuera de casa. La sensación –a menudo exagerada- de invulnerabilidad sin duda empieza por ahí.