La Chica Langosta cumple hoy 34 años. No me parecen demasiados, son los que cumpliré yo en dos meses. Forma parte de esa entrañable colección de chicas piscis de las que me dediqué a enamorarme en la pre-adolescencia (26 de febrero, 28 de febrero y finalmente 5 de marzo), solo que la fascinación duró más tiempo, tanto que incluso hoy, madre y esposa si mis fuentes no me fallan, me sigo acordando de que es su cumpleaños y en esto no tiene nada que ver Mark Zuckerberg, aunque agradezco su esfuerzo.
Recuerdo especialmente sus 17 años. Hay un tópico que dice que si una chica no es guapa a los 17 años no lo va a ser nunca. A mí me parece una chorrada, pero puede que eso tenga que ver con que si me gustaran hoy las chicas de 17 años estaría muy cerca del delito y cuando menos de la reprobación moral. El caso: cumplió 17 años y lo celebramos en La Vía Láctea. Le regalamos un libro que se llamaba "Cómo ligar con ese chico que pasa de ti o se está haciendo el duro". El título me descartaba por completo, pero aun así puse mis 300 pesetas o lo que fuera.
Volvimos pronto a casa, claro, recuerden que yo solo tenía 16 entonces. Creo que lo único bueno de los treintañeros es que pudimos entrar en bares y emborracharnos ya a esa edad y diría que no todos. Empezamos el cumpleaños a las 9 y lo acabamos a las 12, hora de volver a Moratalaz. El DJ le puso "Birthday", de los Beatles. Estábamos descubriendo el disco blanco.
La última vez que nos vimos en serio fue en Barcelona, quiero decir, nos llegamos a ver después un par de veces, pero fue todo muy fugaz e incluso violento. Muerta la amistad sabe igual que el fracaso, supongo. Estuvimos en La Central y le compré un libro, pero no recuerdo cuál. Puede que uno de Stefan Zweig. Yo soy muy de comprarle libros de Stefan Zweig a la Chica Langosta y luego venir a mi blog a hablar de Mourinho. Se parecía mucho a su hermana mayor, al recuerdo que yo tenía de su hermana mayor. Me pareció lógico. Tenía 30 años y se supone que tendría que haber dejado de ser guapa, pero no era así. Tomamos un café y recordamos algunas momentos. Me dijo: "¿No tienes a veces la sensación de que has hecho cosas pero tú en realidad no estabas ahí?"
Era difícil saber cuándo la Chica Langosta estaba o no estaba, aun así era adorable. Qué coño, era piscis, con eso está dicho todo.
Yo empecé a leer por ella y a escribir por ella y luego ella desapareció y yo me quedé con sus aficiones prestadas sin poder devolvérselas. Creo que conseguimos discutir en cuatro países distintos. Jamás nos besamos. No recuerdo que jamás estuviéramos cerca de besarnos. Una vez bordeamos Hyde Park en vez de atravesarlo, buscábamos un hotel para una noche y nadie se creía que fuera solo para mí.
Nunca soñé con una vida junto a la Chica Langosta y seguro que Louise Hay diría que ahí estuvo mi error, pero sin duda soñé con cosas mejores que el día de ayer. El tipo de vida que te lleva a renunciar a visitar a alguien al hospital porque no tienes tiempo. A una chica piscis, además, entrañable, frágil y con su natural tendencia a la desaparición. En fin, ya me pasó con mi abuelo. Yo me dije a mí mismo: "Nunca llevarás una vida en la que tengas algo que hacer más importante que ver a tu abuelo en el hospital". Y no lo cumplí. Y de alguna manera, aunque sé que es así para todos, no me lo perdono.