viernes, marzo 13, 2009

Matías Candeira y Dani Flaco en directo


Traduzco rápido y me quedo medio dormido. No ha habido siesta por algún motivo que no recuerdo o que es mejor no recordar. Salgo como puedo hasta Chueca y en la plaza cierran el mercadillo. Chicas guapas esperan en los bancos. La Chica Portada sale del metro absolutamente impresionante, con su nuevo corte de pelo y su minifalda con mallas blancas, y tiramos para Libertad, 8, donde irónicamente no actúa un cantautor sino un escritor.

En territorio enemigo, fíjese usted.

El escritor es Matías Candeira y el libro que presenta es su primero en solitario, "La soledad de los ventrílocuos", publicado por Tropo Editores, los mismos que apostaran hace poco por Lara Moreno y quién sabe si apostarán algún día por mí. Todo es posible. A Matías le conocí hace unos cuatro o cinco años -algo improbable, porque él sólo tiene 24 y de hecho fue a clase con la Chica Portada antes de que yo la conociera a ella, esto parece "Crash"- cuando tomó mi relevo en GrupoBúho como supervisor del área de cuentos.

Luego perdimos el contacto. Hasta que llegó Facebook, como suele suceder.

Nos colocamos en una mesa del fondo a la derecha. La mesa en la que solía ver los conciertos de Luis Ramiro hasta que decidí que mejor Galileo. Somos tres. Con nosotros está Olga, también vieja conocida de Evoluziona y que anda con la promoción de la Editorial GrupoBúho. Mi editorial, por otro lado. Y Matías está nervioso, claro, y muy colorado y Óscar, de Tropo, empieza la presentación con su entusiasmo habitual y luego habla un chico que parece muy amigo de Matías y que defiende sus relatos "no sólo por lo que son sino por lo que no son", y al parecer no son de chico-chica, no son estilo Carver, no hay parejas cogiéndose de la mano y no hay palabras horrorosas como "alma".

Quizás es una presentación un poco agresiva. No sólo porque yo escriba al estilo Carver y en mis relatos sí haya parejas cogiéndose de la mano -e incluso cosas peores- sino porque me parece que desvía la atención sobre el propio libro de Matías para ajustar cuentas no se sabe con qué. El libro de Matías seguro que es estupendo por lo que es y sólo por lo que es, porque escribe lo que quiere y como quiere y sin preocuparse de si hay mapaches o no y si eso es mejor que ex novias. Porque supongo que hay sitio para todos, para sus mapaches y mis ex novias y una cosa no tiene por qué invalidar a la otra.

Matías está decididamente nervioso, pero resulta entrañable verle ahí, rodeado de amigos por todos lados -Libertad está lleno- sin saber muy bien qué decir y deseando acabar y empezar de nuevo a la vez, supongo. Los libros se venden a porrillo -yo ya compré el mío hace tiempo, en la tienda- y aprovecho para hablar con Mario, también de Tropo, y con Vicky, y con Reca, pero en seguida nos vamos: la Chica Portada hacia El Sol y yo hacia el Búho Real para ver a Dani Flaco.

Hace un mes y medio de la última actuación y el boca-a-boca ha funcionado de manera estupenda. Tanto, que el bar está lleno. Hasta arriba. Todo vendido. Albert Sants, Pablo Ager y yo en una esquina charlando de fútbol y catalanes y apenas escuchando a Dani porque nos ha tocado un grupo de hooligans delante que no están a lo que están. Extraño lo de los públicos.

Esta vez no hay invitados famosos pero sí hay invitados ilustres: los propios Albert y Pablo. Dani está exultante, porque se ha comido unos cuantos conciertos con 25 personas y de repente encontrarse con 80 es una gozada. Una especie de premio al trabajo bien hecho. Mañana toca en Luz de Gas y lo retransmite TV3, así que no es noche de muchas juergas. Conchita aparece, con Miki, con Rash, con todos los habituales del Búho, pero el cansancio es demasiado (a mitad de concierto me he tenido que salir "a tomar un bocata" aunque en realidad era una especie de necesidad de respirar o algo así para no caerme redondo).

Así que saludo a Patricio, que está en su mundo, al fondo del todo, simpático, sonriente, con su elegancia de siempre, charlamos un rato sobre japonesas y relatistas americanos -a él también le gusta Carver, respiro tranquilo- y camino de vuelta a casa, como siempre, sin chica a la que coger de la mano.