Porque cada medio y cada formato requiere su propio análisis. Esta vez en
Notodo.com:
Las adaptaciones de cómic a cine son arriesgadas. Eso para empezar. Tienes que satisfacer a dos públicos muy distintos: por un lado, sabes que los fans del cómic estarán pendientes de que todas las tramas y personajes importantes de los libros aparezcan. Por otro, los que van a ver una película, sin más, piden coherencia narrativa y un guión que se entienda sin tener que entrar en una librería a la salida.
Parece que eso a
Zack Snyder, director de
300, tampoco le ha presionado mucho. Ha hecho exactamente la película que quería: impresionantes gráficos propios de un videojuego, escenas impresionantes desde el punto de vista visual y espacio para todos los personajes principales del cómic, si bien es cierto que en dos horas y media apenas hay tiempo para profundizar en ninguno y eso a veces se echa en falta.
La película es un auténtico espectáculo, y como casi todos los espectáculos, tiene fases algo fallidas, especialmente cuando se pone a explicar y no a mostrar sin más. Pero cuando muestra, muestra con violencia: un universo de superhéroes venidos a menos, despreciados por la sociedad y los políticos en unos Estados Unidos de pasado-ficción (son los 80,
Nixon sigue presidiendo el país y la Guerra Fría está a punto de calentarse de manera definitiva).
Las historias de esos superhéroes, bien interpretados, son lo mejor de la película. Más que sus hazañas o sus vuelos o sus golpes. Hombres disfrazados que han acabado como perdedores o como secretos de estado, cada uno en su rincón, lidiando con el día a día de una sociedad al borde del abismo. Eso es lo que diferencia
Watchmen de otros cómics de superhéroes y es el gran atractivo también de la versión cinematográfica. Quizás
Zack Snyder podría haber puesto ahí más énfasis, pero entonces no sería
Zack Snyder y punto. Sin riesgo no hay gloria.