domingo, marzo 08, 2009

Llantos femeninos y otras torturas perversas


"Llantos femeninos y otras torturas perversas" empieza como acaba: con un elocuente "que os jodan". Es la actitud de toda la obra y no es mala actitud. Básicamente porque es sólo actitud, estética, y no arte. Buena parte del teatro alternativo parte de la premisa "que os jodan" pero lo ocultan y en realidad es poco más que un onanismo mal disimulado con delirios de genialidad.

"Llantos", sin embargo, acude a lo sencillo: espacios limitados, excelentes actuaciones, un excelente libreto, con diálogos irónicos, monólogos efectivos y no efectistas y un ritmo constante y natural que hace que el espectador se sienta parte de lo que está viendo. Como si estuvieran pensando en él, pese a toda la soflama inicial.

En la sinopsis de la obra se habla de las adicciones y la tortura de una especie de "jefa de cabaret" sobre tres chicas indefensas. Esa idea permanece en la primera visión del escenario: tres chicas en mallas negras tumbadas en el suelo mientras la corpulenta "madame" las vigila desde su silla de Liza Minelli. Luego la realidad es otra. Afortunadamente. La realidad es que el argumento no es unidireccional: las historias de las chicas, su interacción con el espectador, con la madame y consigo mismas es brillante, divertida en ocasiones, cruel, por supuesto, pero no solo cruel.

No es un canto al dolor, ni mucho menos, aunque la banda sonora incluya a ese gran llorón que fue y es José Luis Perales.

La historia de una anoréxica se mezcla con la de una mujer maltratada y con la de una drogadicta que acabará prostituyéndose. ¿Feminismo barato? En absoluto. ¿Compasión? Ninguna. Cierta indiferencia, de hecho. Como se dice en un momento dado: "En España se hace comedia de cualquier tragedia". La puesta en escena es brillante: tanto en la danza, como en los gestos, como en el aprovechamiento de elementos externos -cámara de vídeo, televisión-. Al público se le vacila, pero lo justo. Odio esas obras en las que todo depende de lo simpático que sea el público.

No. Aquí las simpáticas o antipáticas son las actrices. Lo ingenioso es el libreto. La improvisación va de dentro afuera como debe ser. Teatro. Una obra que merece la pena ver en cualquier circunstancia, que, como también se dice, y permítanme la cita constante: "No es una película francesa y no considera que los espectadores son disminuidos psíquicos".

En absoluto. La provocación consiste en invitarte a pensar y no en obligarte.