miércoles, enero 21, 2009

Relatos en el Café Molière


Seamos sinceros: yo no sé nada de la Asociación Acubo. Es más, acabo de volver de su tertulia y sigo sin saberlo. Creo que son ex alumnos de una escuela de escritura creativa. Alumnos y ex alumnos, algo así.

Sí sé bastante de Clara Álvarez. Bastante quizás es una exageración porque Clara no es de esas personas que se dejan conocer fácilmente -aunque ella ahora probablemente pensará que sí, que sí se deja, porque siempre me lleva la contraria cuando hablo de ella- pero digamos que la conozco lo suficiente como para que, cuando manda un mensaje diciendo "necesitamos relatos" pues yo mande el mío y además lo lea y el entrañabilísimo Rubén -un tipo con suerte- lo grabe para su programa de radio (pronto, esperemos, el enlace).

Elegí un relato de una chica que tira zapatos por la ventana del taxi. Creo que gustó.

La cita fue en el café Molière, de Francisco Silvela, entre Diego de León y Manuel Becerra. El café Molière es un sitio de lo más acogedor, uno de esos sitios en los que nada más entrar ya sabes que te vas a pedir un descafeinado de sobre. Tiene mucho de malasañero, por así decirlo. Aparte de Clara y Rubén, estaba Antonio, otro de los autores, y Ana y Pablo que se encargaron de leer los textos. Ana hizo de Hache durante cinco minutos y fue una Hache formidable, exactamente la Hache que yo creé, nada que ver con la Hache que existe realmente.

Nadie podría hacer de la Hache que existe realmente y en parte en eso consiste el relato.

En fin, me lío: café Moliere, sonrisas de Clara, entusiasmo de Rubén, aplausos y tertulias tras cada relato, pausa de diez minutos, encuentros con antiguos opositores, una chica americana que escribe español con una sintaxis envidiable -no es que yo no escriba así de bien en inglés, es que probablemente no escriba así de bien ni en español- y unos padres que, también, definitivamente, son unos padres con suerte.

Eso y mucho frío afuera. Dicen que nevará. Imagínense que cortan todas las carreteras de acceso a San Fernando de Henares por el hielo. ¡Oh, eso sería terrible! (Y además, me temo, todavía quedaría el metro y la verdad es que allí me lo paso muy bien, ¿por qué desearle mal a nadie?)