lunes, enero 26, 2009

Revolutionary Road

Esta crítica tiene su original en la página www.notodo.com, con foticos bonicas y mucha más información. La transcribo aquí por su interés y porque me pegué un madrugón de la leche para ir ahí a Paramount, al lado del tanatorio para poder verla :-) Gracias, de nuevo, a Nani y a David. Denle al enlace, por favor, que no les cuesta nada...

Aunque está basada en una novela de Richard Yates, Revolutionary Road muy bien podría ser la adaptación de uno de los clásicos relatos de John Cheever de los años 50: la historia de una familia de clase media con hijos, apariencia feliz, trabajos normales… que en realidad vive asfixiada por la mediocridad y la incapacidad para despegarse de ella. En realidad, toda la película se basa en la lucha del matrimonio Wheeler –Kate Winslet y Leonardo DiCaprio- por salir de ese anonimato, de esa intrascendencia vital de la generación del tupperware. A veces se acercan, a veces se alejan. Un excelente punto de partida.

La diferencia con Cheever, o incluso Carver, es que en sus relatos no había tiempo para la repetición ni el aburrimiento. Sam Mendes, que ya se interesó por el trasfondo opresivo de una familia aparentemente exitosa en American Beauty, nos aburre en determinados momentos con unos personajes demasiado estereotipados y la sensación de que la misma conversación se repite todo el rato. Sí, tienen problemas. Sí, les gustaría ser especiales. Sí, son “los Wheeler”, jóvenes, guapos y con talento y esa es una expectativa que no pueden soportar… pero no es necesario que nos lo repitan todo el rato.

La interpretación de los dos protagonistas es desigual. Kate Winslet –ganadora de un Globo de Oro por este papel- borda el personaje, confirmándose como la gran actriz británica de su generación. Sin embargo, Leonardo DiCaprio está francamente exagerado, como si en el empeño por demostrar que es un buen actor se le hubiera olvidado que efectivamente es un buen actor. Tiene su morbo ver a la pareja de Titanic después del sueño y el rapto amoroso. Lo que podría haber sido. Algo de juego hay ahí, en parte. Como el nombre de la calle en la que viven, el “Camino Revolucionario” en el que en realidad nada nuevo sucede y los vecinos pasan el rastrillo por el jardín antes de cenar en el porche.