domingo, marzo 15, 2009

El Madrid saca petróleo de la histeria del Athletic


Caparrós equivocó el análisis de la derrota del Madrid en Liverpool. Tampoco hay que culparle demasiado por ello, porque es un análisis muy hispano y a la vez muy barato, de los que es fácil comprar. El Madrid no perdió 4-0 en Liverpool por una cuestión de actitud o de carácter. Perdió por juego. Benítez no apeló a la épica, sino a la presión ordenada, al movimiento rápido de balón, a la búsqueda de espacios... Así, desarboló a los blancos.

El Athletic de Bilbao lo intentó a la tremenda y si algo ha demostrado el Madrid en los últimos dos años y medio es que a la tremenda siempre acaban ganando. Confundió contundencia y presión con violencia e histeria. A los seis minutos ya llevaba dos tarjetas amarillas. Acabó el partido con ocho amarillas y tres rojas, dos de ellas a miembros del banquillo, lo que da una idea del nivel de tensión exagerada con la que el equipo vivió el encuentro.

Y eso que el árbitro obvió una clarísima agresión de Fernando Llorente en la segunda parte y una entrada de Gorka Iraizoz a la rodilla de Higuaín que probablemente también fuera roja directa, ya con 2-4 en el marcador.

La primera parte fue una muestra de lo que iba a ser el partido: el Athletic salió en tromba pero sin ideas. No quiso pensar y de esa manera hizo el partido más fácil al Madrid, que solo tenía que sobrevivir. El Madrid se ha acostumbrado tanto a la supervivencia que parece su ámbito natural. No pareció exigido en ningún  momento. El Athletic hacía y deshacía según su estado de ánimo, pero las oportunidades eran blancas. No sólo las oportunidades: sin aparente esfuerzo, consiguió un 0-2 que parecía dejar todo visto para sentencia.

No fue así. En una acción dudosamente deportiva, el Athletic eligió no tirar un balón fuera -el Madrid había hecho algo parecido al principio del encuentro, obviamente no era partido para tomar prisioneros- y la jugada deslabazada acabó con una torpe intervención de Heinze, que se metió el gol en su propia puerta. Casillas salió enfurecido del área a protestarle a Yeste y el vasco le empujó en carrera, con dos manos, delante del árbitro. De acuerdo que Casillas exageró de manera impropia, pero la expulsión era inevitable, igual que innecesaria. Tu equipo ha marcado, ¿a qué viene ese regalo?

Pudo marcar el 1-3 el Madrid en un par de ocasiones de Robben -individualista, sí, pero igualmente decisivo, las críticas a este jugador en este equipo son un delirio- y el que acabó empatando fue Fernando Llorente, con un dificilísimo cabezazo que se tragó un desconcentrado Casillas. El Athletic empataba la batalla pero se condenaba a perder la guerra: desquiciado, ansioso, violento, desordenado... el equipo era un filón para las contras madridistas, la especialidad de la casa.

Marcó Huntelaar nada más empezar la segunda parte y eso acabó con el resuello bilbaíno. Sí, hubo una nueva apelación a la épica, algarabía en la grada, protestas airadas y gestos muy dudosos, pero fútbol, ninguno. El Athletic no hizo más que tirar faltas y corners sin real sensación de peligro. A la contra, de nuevo, el Madrid marcó cinco. Pudieron ser más, claro. Lo dicho: el instinto de supervivencia de este equipo es descomunal. Queda a tres puntos en la liga a falta de lo que haga el domingo el Barcelona en Almería.

Sobre el Athletic penden muchas dudas: si este va a ser su planteamiento en la final de la Copa, con la misma histeria y la misma exageración desde el minuto uno, el resultado no variará mucho del de hoy. Pueden ser cinco o pueden ser siete. Está bien pensar que el fútbol es un estado de ánimo, pero resulta absurdo pretender que sólo es un estado de ánimo. Hay que hacer algo más que gritar, retorcerse y entrar con la plantilla y el puño por delante.