Lo primero que pienso es que llegar a Madrid tiene que ser la hostia. Llegar a Madrid en diciembre y quedarse de vacaciones unos días, cinco o seis, y sentir ese aire decadente y a la vez señorial viciado de atascos y manifestaciones. Pasear por Barquillo como un turista y coger Alcalá, ver la Cibeles, colarte por la calle Montalbán dejando atrás el Paseo de Recoletos vacío como todo sábado por la mañana...
Enloquecer incluso con las obras, con lo improbable y caótico de las obras en cualquier lado y la manía de convertir incluso un paseo en un rally. Las luces apagadas y los vendedores de castañas con su pachorra habitual.
Luego, repaso. Repaso los últimos siete días y pienso que es imposible no tirar para atrás y quedarse con todo 2009. 2009 ha sido, con diferencia, el año más enloquecido de mi vida. Ni siquiera 2007, porque en 2007 no pasé un mes en un Ford Festiva atravesando estados y reservas indias ni dirigi cortometrajes ni escribí novelas, ni pasé por quirófano, ni trabajé en cinco ciudades distintas ni nada de eso. En 2007, ni Federer ganó Roland Garros, ni el Barcelona el triplete ni España el Eurobasket. Fue un año fallido.
Pienso que he vivido en un año lo que mucha gente querría haber vivido en toda su vida. Eso lo pienso muy a menudo, ya lo saben, y también saben que eso me llena de melancolía más que de contento. Es una posición estética y la estética nos mata. La estética nos obliga a querer siempre lo que no tenemos incluso cuando lo tenemos todo. La misma razón por la que uno prefiere ser un turista alemán que un madrileño de pura cepa.
El tercer pensamiento es sobre una chica. Podría ser una chica en concreto pero cualquier chica en concreto viene a ser una chica en abstracto, igual que cualquier amor, como diría Pizarnik, es un amor por los espejos. No es un pensamiento, es un diálogo. Cuando no sepan muy bien qué hacer prueben a recrear la situación con una conversación cínica y vean si funciona. Algo así:
- Creo que tú y yo podríamos haber tenido una bonita historia.
- Yo creo que no.
- Yo en realidad tampoco lo creo, si lo creyera supongo que hubiera intentado algo al respecto.
O quizá no. Pero las cosas, como las ciudades, dichas por otro tienen más sentido.
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