sábado, abril 07, 2012

Zaragoza 1- Barcelona 4


El Barcelona sacó adelante por pura inercia un partido que empezó de manera desastrosa. Con un centro del campo improvisado, producto de las necesarias rotaciones cuando uno juega cada tres días, el equipo de Guardiola salió desconectado, sin ganas, como si no quisiera estar ahí. El terreno de juego estaba desastroso, de acuerdo, pero en vez de presionar arriba, acortar espacios y de esa manera generar peligro sin tanta elaboración, el Barcelona notó por enésima vez la evidencia: Keita, tan resolutivo en otras posiciones, no puede ser pivote defensivo, o al menos no al nivel de Busquets. El problema es que, a su vez, Busquets no puede jugar 60 partidos al año y en esa posición tampoco hay sustituto desde que Mascherano bajara a la defensa.

Angustiado ante un Zaragoza pasado de revoluciones pero valiente, muy valiente, y con una fe enorme, el Barça veía cómo una y otra vez sus pérdidas de balón se traducían en llegadas más o menos peligrosas del rival. Harto de ver cómo nadie despejaba la pelota con contundencia, revoloteando alrededor, Valdés decidió lanzarse como un kamikaze a los pies de Lafita, cometiendo un claro penalti después de que el omnipresente Aranda disparara al poste. Por cierto, vaya lección le dio Aranda a Ibrahimovic de cómo volver loca a la defensa del Barcelona utilizando el cuerpo, protegiendo y distribuyendo, pero sobre todo luchando. El caso es que la torpeza de Valdés acabó en penalty y si la cosa no fue más allá se debió a que el portero inmediatamente deshizo su error parando el disparo del propio Aranda y el rechace posterior que, para variar, cayó a pies de un jugador maño.

No acabó ahí la pesadilla del Barcelona. Espeso en la circulación, con Pedro desaparecido en la banda y Cesc de nuevo vagando por el campo sin encontrar apoyo, pese a que esta vez Guardiola le retrasó la posición, el Barça tenía la pelota pero no el peligro. Apenas seis minutos después de la jugada del penalty, Aranda volvía a arrasar con todo, llevándose por delante a la defensa blaugrana, disparando contra Valdés y recogiendo su propio rechace con la frente o la nariz, que todo vale, para marcar el 1-0 y hacer inútil el esfuerzo de Puyol. Aquello estaba siendo una sangría impropia. La fe del Zaragoza movía la montaña blaugrana con una facilidad insultante y no se veía por dónde podría levantar el equipo visitante el partido y la liga.

Tuvo que ser el propio Zaragoza el que se inmolara. Uno no se pasa media temporada en la última posición en vano y si bien su recuperación tiene muy buena pinta, aún cometen errores imperdonables: tras un nuevo fallo de Cesc -insisto, este equipo necesita un delantero centro, no un buen jugador que pueda meter goles, sino un delantero centro, un Eto´o, un Villa, un Ibra...-, Roberto, el guardameta zaragocista se comió el saque de esquina y dejó el balón a los pies de Puyol para que empatara cómodamente el partido. Todo ese trabajo para morir en la orilla.

Tan solo tres minutos después, Alexis luchó un balón en su propio campo, consiguió llevárselo tras mil rechaces, el último de los cuales llegó a Messi, que la clavó en la escuadra. Era el 37º gol del argentino en liga y más tarde llegaría el 38º, aquella cifra mítica de Zarra y Hugo Sánchez que ya superó el año pasado Cristiano Ronaldo y que los dos van a dejar tiritando esta temporada. El 1-2 no hacía en absoluto justicia al partido y más se complicó la cosa cuando Abraham vio una absurda segunda tarjeta amarilla por disputar un balón con el hiperactivo Alexis, agarrándole por detrás cuando la jugada tenía un peligro muy relativo.

Hay que destacar el partido del chileno: aún le falta leer el juego en determinadas ocasiones, pero hoy hizo un encuentro perfecto desde la banda, abriendo el campo, luchando y llegando con asiduidad. Tiene 23 años, el resto lo irá aprendiendo.

El caso es que el Barcelona se encontraba al descanso con un 1-2 y un jugador más. ¿Serviría eso para despertar al león? Ni mucho menos. La segunda parte empezó con más de lo mismo: el Zaragoza llegando y embotellando, el Barça despistado, ahora con Thiago en el pivote y Keita más adelante. No resultó. De hecho, nada resultó hasta que salió Busquets y ahí vimos un partido completamente distinto. Es increíble cómo un solo jugador y en principio tan anodino puede cambiar un equipo de arriba abajo. Busquets puso el orden a un partido enloquecido, sobreexcitado... Thiago mejoró a su lado, Cesc pudo dedicarse a crear, los balones llegaron más fluidamente a los extremos y Messi empezó su nuevo recital.

Primero dejó a Pedro solo ante el portero, pero el canario prefirió pasar a Cesc sin éxito, justo lo contrario que había hecho Alexis minutos antes desperdiciando el 1-3. Después, el propio Messi se quedó solo ante Roberto y, cuando ya le tenía batido, intentó una vaselina, ¡desde el área pequeña! El balón, obviamente, se le fue alto. Justo en los minutos de los nervios, Alexis forzó un penalty algo torpe y Messi lo transformó con contundencia. Antes de acabar el partido tuvo tiempo de dar una nueva asistencia a Pedro, que esta vez sí la culminó en el 1-4. Para los amantes de las estadísticas, en lo que va de temporada, el argentino ya lleva 60 goles y 23 asistencias. Le quedan, como mínimo, 10 partidos por disputar.

En definitiva, queda el Barcelona a tres puntos del Madrid a la espera de lo que pase con el Valencia este domingo. El partido fue horrendo: por el juego visitante, por el campo infame, por una excesiva aunque muy comprensible tensión que rodeaba cada jugada... pero esta vez el Barça ganó, cosa que en Pamplona no pudo hacer. Del Reyno de Navarra data su última derrota oficial, allá por febrero. Si consigue ganar todo lo que le queda, tiene opciones de triplete. Algo me dice que, jugando así, no lo hará.